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martes, 15 de marzo de 2011

Karem Aráuz bien posesionada del tema, describe el alma y la conducta de los Shamuráis a propósito de la tragedia que vive Japón

Cuando el Teniente Onoda fue encontrado deambulando por la selva de las Filipinas, era muy difícil creer que el miembro del ejército japonés estuviera en sus cabales.  La rendición de su ejército a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial,  había sucedido 29 años antes. El soldado japonés no dudó nunca cuál era su responsabilidad. Y durante tres décadas y mientras alguien que correspondiera no  le instruyó lo contrario, él permaneció en su puesto del deber.Samurai, es mucho más que una clase guerrera del Japón Feudal. Su fuerza creadora emerge de la profundidad de la memoria colectiva basada en el Código Samurai o Bushido, que dicta  ser valeroso, honorable, correcto y justo, veraz, cortés y leal. Tener dominio de sí mismo y un sentido del deber que lo puede llevar  incluso al autosacrificio. Además de esta base de código ético, la mayoría de los japoneses son practicantes de una singular y propia creencia religiosa, Shintoismo, donde en cada recuerdo, en cada cosa está lo que nosotros llamamos Dios. Sus árboles, piedras, montañas y lagos, todo es digno de respeto y devoción. La belleza y fugaz vida del sakura, su flor, es tema de hondo deleite en jornadas de reflexión sobre lo efímero de la existencia humana.A esta particular manera de construir sus propios códigos y su religión tan libre y tan natural, se suma la filosofía Zen una adopción y adaptación del budismo. Demuestran la admiración y misterio de la vida en toda situación. Esta brutalidad con que la naturaleza castiga a ese entrañable país, nos da la oportunidad de acercarnos y ojalá aprender algunas cosas. La mística es asunto de todos los días y de toda circunstancia y es asombrosa su pasión por la armonía y la estética en cada detalle que les brota del subconsciente.  Los japoneses son así. Son prácticos y sencillos hasta para la espiritualidad. Ellos no sólo abrazan doctrinas que las modifican y las asumen para sí, sino que hacen lo mismo con todo. Cuando en 1868 el Japón se abrió finalmente al mundo, los enviados a todas partes tenían la misión especial de ir, aprender, volver y aplicar. Es así cómo importaron lo mejor de los conocimientos de China y Corea. Europa toda fue gran escuela para ellos. Su practicidad y su tenacidad, los llevó a sacar a su país del ostracismo de siglos y del mismo modo de  su destrucción total luego de la Segunda Guerra y hacer de Japón lo que es hoy.Mantienen intacta su identidad pese a la penetración occidental de donde toman lo que les gusta o les conviene y lo reinventan, pero mejor. Su vehemencia por el trabajo y la excelencia permanece en la sustancia del colectivo nipón. Los occidentales que vivimos allá, al relacionarnos con ellos, pasamos ratos desconcertantes cuando enfrentamos su particular manera de ser. Es tema de broma constante que cuando dicen puede ser, significa si. Cuando dicen tal vez, significa no. Porque su cortesía no les permite un si o un no como respuesta definitiva. Es absolutamente impensable que realicen un trabajo mediocremente hecho. El “está bien así nomás” no entra en su estructura mental. O el “deja para mañana lo que no terminaste hoy” puede llegar a provocarles una crisis nerviosa. Si encuentran una billetera en un tren, es “su” obligación devolverla intacta, aún así eso signifique una incomodidad a sus propias actividades. Estoy dispuesta a apostar que en este maremágnum, no veremos los clásicos saqueos de otras partes.Nunca se da una propina en el Japón. La persona que te atiende, está solamente cumpliendo con su deber. Sólo los occidentales reciben felices una gratificación extra por su trabajo. Gran porcentaje de los suicidios en Japón, aún hoy,  son por honor.  Hay quienes no pueden con la imposibilidad de enfrentar la vergüenza, la condena social o el fracaso. Hace años que los japoneses presentían que vendría el gran terremoto. Y por décadas desarrollaron una ingeniería -la mejor del mundo- para sus construcciones antisísmicas. Lo que no se esperaba es que fuese un tsunami, término inventado por ellos, lo que al final traería tanta destrucción y tanta muerte. El dolor por la catastrófica devastación, dará paso al espíritu guerrero de los samuráis. Su filosofía Zen de encontrar todo, cuando paradójicamente, se pierde todo, será la fuente de la fortaleza que hoy tanto necesitan. El mundo pronto comprobará que sus códigos basados en su cultura y sus creencias son indivisibles de la sustancia del ser japonés. Es desde esa profundidad de donde surgirá  la reconstrucción. El sol, como cada día, mañana nacerá por el Japón.

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