U n reportaje de Roberto Navia, convertido en el documental Tribus de la Inquisición, reveló la gravedad del fenómeno de los linchamientos en Bolivia. Presuntos ladrones de vehículos fueron quemados vivos en la plaza de Ivirgarzama. No retrató un hecho del pasado, sino del presente más violento que aún vive Bolivia, mientras la crisis de la justicia se agrava para mal de todos los bolivianos.
Dos ejecuciones en menos de 72 horas han sacudido esta semana a la opinión pública nacional: una ocurrida en la localidad de Reyes (Beni) y otra en Entre Ríos, en el trópico de Cochabamba. Ambas señalan que la justicia por mano propia se impone en el país, mientras las autoridades llegan al lugar de los hechos como bomberos después del incendio.
Cuando una población adopta estas medidas marcadas por el salvajismo, es que estamos frente a un alto grado de descomposición social. No quiere decir que se vayan a justificar los gravísimos delitos que pudieran haber cometido las víctimas de los linchamientos. Pero en una sociedad civilizada, los delitos se procesan por la vía de las instituciones: la Policía, la Fiscalía y la justicia. Ninguno de estos eslabones parece estar funcionando con eficiencia para evitar estos crímenes.
La Policía llega tarde o, simplemente, no interviene porque está sobrepasada por verdaderas turbas enardecidas. En los casos ocurridos esta semana, la gente sacó a los detenidos de las celdas policiales. La Fiscalía, lo propio, investiga cuando los hechos están consumados. Pero el problema de fondo es la falta de justicia. Un país donde la corrupción es moneda corriente para resolver los casos judiciales, donde los delincuentes entran a las cárceles por una puerta y salen por la otra, donde los jueces transan con los involucrados, es un país donde la justicia es una ficción inoperante.
¿De qué sirvieron todas las cumbres de justicia que organizó el Gobierno? ¿De qué sirve que el ministro de Gobierno salga a reconocer que el sistema no funciona? ¿Para qué sirve el Ministerio de Justicia? La justicia comunitaria que respete los derechos humanos se ha institucionalizado en el país con las reformas constitucionales de 2009. ¿No se abrió allí una puerta para que la gente tome la justicia en sus propias manos? ¿Por qué no se adoptaron medidas para evitar estas distorsiones? Bolivia no dejará de ser el país de los linchamientos hasta que no haya una decisión política clara para terminar con la impunidad y la manipulación política de las instituciones
conversaciones, tertulias, confidencias trascendentes del pasado, de la actualidad y del futuro
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jueves, 17 de noviembre de 2016
cita El Deber un escrito de Roberto Navia sobre los linchamientos. presuntos ladrones de ningún modo "delincuentes confesos" que terminan siendo ajusticiados por turbas a veces drogadas o emborrachadas, impelidas a matar a como dé lugar. un castigo entre el pueblo que no se puede explicar sino por la atmósfera de desconfianza, desconcierto, impotencia en que se vive en Bolivia gobernada por un indígena que no habla ni quéchua, ni aymara.
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