El gobierno camina por senderos poco transparentes, entre otras cosas, para mantener a la población confusa y distraída de los problemas de fondo que siguen sin resolver. Uno de esos entretenimientos es el de recalentar el ambiente de confrontación y desorden, olvidando que el buen gobierno es el que se asienta sobre la conciliación y el orden.
Al repasar la información de la semana me encuentro con la noticia de la torpe recomendación que el Sr. Presidente del Estado Plurinacional hizo a los reclutas: que si embarazan a sus compañeras, entren al cuartel y serán intocables. El hecho de que el jefe del Estado Plurinacional hable de manera tan desenfadada tiene un morbo de alto voltaje. ¡Ni dicho ex profeso para ser comidilla de plazuela y cafetín! Así ocurrió. La procacidad resonó en los ámbitos nacional e internacional, dejando en muy mal lugar al propio Don Evo y, por contagio, dañando la imagen de Bolivia.
Espigando entre los casos de brutalidad en la gestión de los conflictos, no puedo pasar por alto la dura represión de la que fueron víctimas los indígenas de tierras bajas, el pasado 25 de septiembre. Los originarios marchaban hacia la sede de gobierno para plantear sus problemas al jefe del Estado Plurinacional. Lograron que Don Evo retirara su decisión de construir la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. Para salir del paso, el gobierno elaboró la llamada Ley Corta en la que se establece la “intangibilidad” del Parque Nacional Isiboro-Sécure. No obstante, la mini-ley no fue suficiente
como para correr el apolillado “tupido velo” que ocultaba la agria pelea que se llevaba a cabo en el ministerio de Gobierno sobre quien dio la orden de atacar brutalmente a los marchistas indefensos. ¿El jefe policial, el ex viceministro de régimen interior, el ministro de Gobierno, el Sr. Presidente...? Como se ve por sólo los dos casos aquí citados, la política del gobierno es ramplona y confusa. Desconoce la magnanimidad propia de los grandes gobernantes.
Para confirmar esta vulgaridad y el espíritu de resentimiento y de venganza que caracteriza a este gobierno, la semana pasada fue destituida la conocida historiadora Dra. Marcela Inch, de su cargo como directora del archivo y biblioteca nacionales. Cargo que desempeñaba con gran calidad profesional, así como con especial cuidado. Me adelanto en escribir que a la historiadora Inch no la destituyeron por irregularidad alguna, sino porque su hijo es un firme opositor en la complicada contienda política por la alcaldía de Sucre. El ilustrado lector convendrá conmigo que es inadmisible que por causa de las ideas políticas del hijo, se castigue a la madre que lo echó al mundo. Para sustituir a la historiadora destituida, se nombró a su mejor colaboradora, Dra. Ana María Lema Gálvez como nueva directora del archivo y biblioteca nacionales.
Pues bien, en medio de tanta vulgaridad como demuestran los gobernantes, destaca la actitud ejemplar de la Dra. Ana María Lema Gálvez. Ella misma declaró sin ambages que el motivo de la destitución de la Dra. Inch fue exclusivamente político. “Realmente es una gran injusticia. La decisión que se ha tomado es muy triste, muy grave, pero, además es una señal de que a mucha gente no le gusta cómo se está procediendo en el ámbito de la cultura”, afirmó la nueva directora. Y con esto demostró que aún existen personas con decencia que no se han dejado contaminar por el revanchismo, la amenaza y la mala entraña. ¡Bravo Doctora Lema!
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