La Fuerza Aérea Paraguaya (FAP) acaba de concluir tres días de ejercicios de puntería con misiles antiaéreos en la frontera con Bolivia para derribar aviones cargados con droga del Chapare.
La idea de derribar esos aviones que salen de Bolivia ha sido analizada también por el gobierno argentino, mientras el gobierno chileno sigue considerando instalar una barrera electrónica en la frontera.
Se sabe lo que está ocurriendo desde el lado brasileño. La presión de Itamaratí es muy fuerte y ha sido capaz de doblegar la actitud vacilante del gobierno boliviano que aspiraba a seguir postergando el acuerdo tripartido que incluye a Estados Unidos.
A partir de ahora, la extensión de los cocales de Bolivia será medida por expertos brasileños con equipos provistos por Estados Unidos (la DEA), a fin de controlar el verdadero avance –si lo hubiera- de las erradicaciones.
Los países del UNASUR convocaron a una urgente reunión, en Bolivia, para elaborar estrategias contra la transnacional del narcotráfico que ha instalado en el corazón de Sudamérica su mayor centro de producción y tráfico de cocaína.
Esto lo ha dicho César Guedes, de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, con esta frase: “Bolivia es el mayor abastecedor de cocaína del mercado sudamericano”.
Lo que dice este experto lo sabían los países vecinos que han comenzado a considerar a Bolivia como un territorio peligroso, un país sitiado por sus propios pecados. Han descubierto que, de pronto, del otro lado de sus fronteras tienen una especie de Afganistán.
Afganistán es un territorio donde predominan las bandas de narcotraficantes y sus mercenarios, los contrabandistas de vehículos robados en los países vecinos, los traficantes de armas, en medio de cultivos de amapola que nadie puede controlar. No se sabe quién gobierna Afganistán, si los cultivadores de amapola, los fabricantes de opio, los mercenarios alquilados por unos o los mercenarios alquilados por otros. Allí, el ejército responde a las potencias vecinas o a la gran transnacional del narcotráfico.
Los vecinos de Bolivia no quisieran que el caso hubiera llegado al extremo y tengan del otro lado de sus fronteras a la primera Somalia de Sudamérica: un territorio donde no hay Estado, donde predominan las mafias de mineros clandestinos, de cultivadores de khat (un estimulante parecido a la coca), de contrabandistas, de traficantes de droga y de mujeres, de piratas.
Por el momento, los vecinos de Bolivia tienen del otro lado de sus fronteras un país donde los cultivadores de coca cuestionan decisiones tomadas por lo que queda del Estado boliviano, donde los contrabandistas de autos (robados o no) reclaman la tolerancia de que gozan los cocaleros ilegales, donde operan aviones clandestinos que parten hacia todas las direcciones desde centenares de pistas clandestinas.
Los países vecinos están tomando previsiones. Por el momento se preparan para derribar aviones del narcotráfico. Pronto podrían avisar que cierran sus fronteras. O que llaman a la ONU para que ponga orden en este territorio. Asumiendo que la ONU pueda cumplir esa tarea.
Bolivia, de veras, ha cambiado.
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