De acuerdo al Index Translationum, Julio Verne, el autor francés de novelas de aventuras, es considerado uno de los escritores más traducidos del planeta y reconocido como uno de los padres de la ciencia ficción, junto a Horacio G. Wells. Según el contenido de sus obras, Verne ha sido señalado como un espectacular visionario que en sus fantásticos relatos predijo con gran exactitud la aparición de productos tecnológicos hasta ese momento impensables para su época.
Estamos hablando de los trenes de altísima velocidad –tren bala- los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales, por ejemplo. Una obra escrita en 1863, que recién pudo ver la luz en 1994, lo dice todo.
“París en el siglo XX”, un manuscrito descubierto por su bisnieto en una caja fuerte en 1989, ha revelado una historia increíble. El editor Hetzel convenció a Julio Verne esperar veinte años antes de publicar ese manuscrito, porque consideraba que causaría un grave daño a su promisoria carrera de escritor, una vez que el final de la obra mostraba un evidente pesimismo del protagonista. Pero una vez “encontrada” y publicada la obra causó un tremendo revuelo, porque predijo con más de cien años de anticipación la irrupción en las ciudades -París- de los enormes rascacielos de cristal, los automóviles a gas, las máquinas calculadoras y la vasta red mundial de comunicaciones.
Lo cierto es que todas esas maravillas tecnológicas se han cobrado una elevada factura. Tal como lo predijo Julio Verne. Por una parte el creciente aislamiento de los hombres. Como ocurre ahora con los celulares, donde se ha constatado que más se usa para escuchar música, jugar y otras cosas que para conversar. También ha tenido que vislumbrar el panorama de la destrucción del hábitat de los animales y el empobrecimiento del planeta. Como la realidad supera a la ficción, Verne no habló de los automóviles eléctricos, ni de las tabletas electrónicas que hoy someten a otros adelantos tecnológicos como los teléfonos celulares y las pantallas plasma de televisión.
El mismo libro hoy se ha convertido en electrónico y virtual. La red de comunicaciones ha sido superada por las redes sociales virtuales. Yo lo dije, protestaría el autor de “la tercera ola”, Alvin Toflër, cuando relata la disgregación de la familia humana y su retorno a las tribus urbanas, donde el trabajo ya no se hace en las oficinas, sino en el propio hogar. Julio Verne quizás no ha querido graficar la escalofriante realidad que ya se atisbaba en el planeta, que no es otra cosa que las guerras por los recursos naturales no renovables. Los ingenuos siguen creyendo que se lucha por la libertad y la democracia, cuando las superpotencias sólo buscan apoderarse del petróleo mundial y de los cada vez más escasos recursos no renovables como agua potable y los minerales.
Las profecías de Julio Verne han sido sorprendentes y aún tienen una vigencia plena. Porque todavía queda pendiente la colonización de la Luna, el viaje al centro de la Tierra, el misterio de la vida en el mundo de los hielos, la propia vida submarina, donde muchos misterios y secretos quedan por descubrir. Falta también que se imite la vocación exploradora y científica para proteger la naturaleza, cuyas maravillas ya fueron retratadas en “Viaje al Equinoccio americano”, siguiendo la estela del naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt. Quién sabe si de haberse publicado en 1863 su obra “París en el siglo XX” otro rumbo hubiera tomado el mundo, y otra visión.
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