Estamos cansados”, fue una de las frases que usó Martin Luther King para referirse al padecimiento de los negros en Estados Unidos e invocar a la acción a las propias víctimas que, ante la indiferencia del Estado, los políticos y las instituciones, tuvieron que apelar a la acción ciudadana, el boicot y otras medidas que cambiaron la historia de la segregación y abrieron el país a un sistema más justo y equitativo.
Los cruceños estamos cansados de asistir a vigilias para llorar por las víctimas de la violencia; estamos cansados de pedir que las cumbres, los planes y operativos de seguridad ayuden a controlar la criminalidad; estamos cansados de una Policía tan agresiva contra el ciudadano y tan complaciente con la delincuencia; estamos cansados de una justicia cómplice de los asesinos, violadores y narcotraficantes; estamos cansados de recibir excusas de las autoridades; estamos cansados de darles armas, vehículos y tanto dinero a los uniformados, que son usados para proteger a los privilegiados del poder y perseguir a los que reclaman respuestas, soluciones y servicios eficientes.
Es momento de que la ciudadanía despierte, deje la comodidad y empiece a tomar decisiones que vayan más allá de la interpelación a las autoridades que no tienen en su ADN la atención a las necesidades urgentes.
Santa Cruz ha sido especialmente complaciente con la actitud de su dirigencia. Los ciudadanos se han refugiado en sus condominios, en sus barrios cerrados, en la seguridad privada, detrás de sus grandes muros y sus rejas, creyendo que esa era la forma de protegerse, cuando en realidad la inseguridad se agrava. Esta reacción no ha servido más que para aliviar la carga a los administradores de la ciudad que usan el dinero de los impuestos en politiquería.
Nuestra ciudadanía es demasiado tolerante con una institución que en lugar de proteger, agrede y le mete la mano al bolsillo impunemente, sin devolverle nada a cambio; se ha acostumbrado a lidiar con una justicia corrupta, ineficiente y torpe, que se ha vuelto funcional a los criminales, tal como sucede con el servicio penitenciario, un factor que incide en el crecimiento de la inseguridad.
Creemos que es normal todo esto: los operativos policiales que se preparan solo para ser emitidos en los noticieros; la impresionante abundancia de crónica roja en la televisión; las inspecciones técnicas que no sirven más que para hacer perder el tiempo a la gente y sacarle dinero; las insulsas explicaciones de los ministros mintiendo descaradamente sobre las maravillas del sistema de seguridad y el supuesto control de nuestras fronteras del acecho de bandas internacionales, etc.
Si no estamos cansados de todo esto, deberíamos estarlo. Aspiramos a ser una metrópoli con viejos problemas, autoridades que se quedaron en el pasado, cuando Santa Cruz era un pueblo de ingenuos, aunque lamentablemente hay señales de que todavía creemos que haciendo vigilias se conseguirá alguna reacción de quienes tienen el corazón y la cara muy duros como para sensibilizarse con los rezos.
Nuestra ciudadanía es demasiado tolerante con una institución que en lugar de proteger, agrede y le mete la mano al bolsillo impunemente, sin devolverle nada a cambio; se ha acostumbrado a lidiar con una justicia corrupta, ineficiente y torpe, que se ha vuelto funcional a los criminales.
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