Claudio Ferrufino inflama los adjetivos, ya indignado de la supervivencia de los regímenes de "tinte
Rojo” es darles a estos individuos un epíteto que jamás merecieron. Por eso, seguro, se inventó aquello de “rojo-rojito” de la muy entrecomillada revolución bolivariana de Venezuela. Recuerdo las páginas de José María Gironella (Guerra Civil Española), en múltiples gruesos tomos. Adentro había rojillos, según los tildaban los requetés, pero entre ellos también gente que sabía por qué luchaba y por qué moría. Esta es otra especie: comerciantes venidos a revolucionarios, divas a estadistas, elucubradores y parlanchines a teóricos. En la cima, sima en realidad, el otrora comandante Hugo Chávez que si algo grande fue, fue gran ladrón. Quiso dejar un legado de gloria; quedaron familiares ricos y abyectos, putillas y mercenarios del vicio. Emulaba –creía- a Bolívar, pero el zambo de Sabaneta (le dicen), quedó corto en aspiraciones y truncó en vida, a pesar de que derramó tantas lágrimas de miedo que le quitó el nombre al poderoso río Magdalena. Magdaleno Chávez entró en lo desconocido con las manos cubriéndole mínimos y asustadizos cojones.
Anoche discutían, por así decirlo, Macri y Scioli por la presidencia argentina. Macri, conservador, no necesitó de luz alguna para abofetear como quiso al otro, que mal pudo venderse al “pueblo” aunque reclamaba para sí la defensa de los trabajadores. ¿Scioli un rojo? Rojillo, rojito, rosado como la casa de gobierno, como la ávida matriz de la reina Cristina, hábil en secuestro de bienes y en artes amatorias (susurran las lenguas). Lo triste es que quiso darse a esta década de infamia aura revolucionaria.
Repasemos... ¿Evo Morales socialista? Bravucón de la policía militar, quizá, y lengüilargo como se hace menester para aquellos que necesitan encaramarse por encima de su destino sin remilgo ni decencia. Mucho antiimperialismo, discurso y salivazo, pero basta observarlo en las calles de Nueva York, en París hoy sombrío, para darse cuenta que al tipo lo que le interesa es el poder, lo que le gusta, el oro, lo blanco y gringo como Marilyn. Happy Birthday, Mr. President! Pucha, le falta algo...
Agentes encubiertos, fascinante y peligrosísima profesión, embaucaron a parientes de la “primera combatiente de la revolución”, la venezolana Cilia Flores, amante por largo tiempo y hoy esposa del que usa inmensos calzones, aka, el calzonudo: Maduro, para comprarles casi una tonelada de cocaína. Los pendejos (jóvenes) llevaban documentos diplomáticos. En la televisión venezolana del exilio un exagente de la DEA aclaraba que en el país sudamericano conseguirlos era más sencillo que obtener una tarjeta de tienda mayorista en los EUA. Prosiguió que los narcos al principio alegaron inmunidad diplomática, pero que al ver que no les servía de nada, cantaron que el cargamento no era suyo sino de Diosdado Cabello y de otro jerarca bolivariano. Ya están en Nueva York; los amenazan con cadena perpetua para presionarles la voz. Pero, siendo parientes de gente tan encumbrada, uno se pregunta a quién tendrán que denunciar. La respuesta está en el viento y por ello tambalean las coronas.
La relación de este drogo asunto con Bolivia es obvia. Desde Chimoré se provee con largueza. Tomamos por tontos a los gringos, pero sus investigaciones son largas y minuciosas. A veces duran ocho meses como con estos palurdos, pero otras, años. Nadie está libre de sospecha y los más vulnerables son los vanidosos. No hay que aumentar...
Cae Argentina el domingo. Si se viene una debacle derechista, la culpa es de la falsa izquierda y a ella hay que cobrar con castigo. Cae Venezuela, tal vez con sangre después del 6 de diciembre. Ojalá que no, pero si viene, que venga en torrente de ángel exterminador. Los Castro... uno es puta vieja y el otro puta menos vieja, pero siguen, como siempre, vendiendo sus carnes al mejor postor. Están acabados; no cuentan. Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Brasil... las fichas comienzan a desparramarse. Lloren, que lo que se viene es canela.
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