En la masiva manifestación que le dijo “No” al intento reeleccionista de Evo Morales, realizada el martes en numerosas ciudades de Bolivia, hubo una gran cantidad de ideas expresadas, eslóganes reiterados y demandas recalcadas. Uno de los pedidos, sin embargo, parecía ser más fuerte: no al derroche y a la mala administración. Por eso es buena la alternancia en el poder: porque permite “corregir el rumbo”.

Pero el Gobierno está lejos de la idea de mirar sus actos con autocrítica. Lejos. La obcecación del Presidente es fenomenal y está llevando al país, como si fuera un poderoso flautista de Hamelín, al despeñadero. Veamos algunas de sus decisiones:

– Planta de urea sin viabilidad. Sólo en la construcción de la planta se gastó 957 millones de dólares, cifra a la que hay que sumar el gasto para la construcción del tramo ferrocarrilero Bulo Bulo-Montero (que no se ha terminado debido a las irregularidades de la empresa china Camce). Se podría haber instalado la fábrica más cerca de los supuestos mercados para el producto, Brasil o Argentina, pero por la demagógica idea de contentar a su base cocalera, Morales la sitúo en el Chapare.

Con la caída estrepitosa del precio de este producto, la viabilidad de la planta hoy es nula (su precio cayó de 825 dólares por tonelada en 2008, cuando se inició el proyecto, a 185 dólares en 2017). Para que la planta sea rentable, el Estado deberá proveerle el gas que necesita a un precio de regalo, en vez de exportarlo a mayor precio. Sólo por la terquedad del Presidente. Total: 1.000 millones de dólares malgastados.

– Planta de azúcar sin caña. Desde los años 50 que el departamento de La Paz sueña con la posibilidad de instalar una planta de azúcar en San Buenaventura. Pero distintos análisis señalaban que ésta sería inviable puesto que no podría obtener (pequeño detalle) la caña necesaria para su operación debido a que la tierra de la zona no tiene vocación agrícola y el permanente clima nublado impide que tenga suficiente sacarosa. Hoy la planta funciona a un mínimo de su capacidad, tal como se había advertido desde los años 50. Total: 265 millones de dólares malgastados.

– Aeropuertos sin pasajeros. El Presidente se empecinó en construir dos aeropuertos: en Oruro y Chimoré. Por su escasa población y su cercanía a dos ciudades importantes (Cochabamba y La Paz), esa idea era ilógica, sin sustento racional. Quienes se oponían terminaron teniendo razón. Hoy ambos aeropuertos son instalaciones fantasmas, casi exclusivamente visitadas por aviones contratados por el Gobierno o las FFAA. Total: 60 millones de dólares malgastados.

– Palacios y museos: En el nuevo palacio presidencial de 29 plantas se calcula que todo el personal del Ministerio de la Presidencia ocuparía cuatro pisos. A Morales, entonces, le quedarán, para él solito, 25.

Pasará a ser unos de los jefes de Estado con dependencias más grandes de la región. Y ojo que preside uno de los países más pobres. Luego está el palacio para el exministro Luis Arce, que no logró ocupar, debido a su enfermedad, el de su exesposa (la gerenta del Banco Unión, que también tiene nueva sede), otro edificio enorme para el Legislativo, varios palacios menores para YPFB, más el jocoso museo de Evo, ubicado en un lugar casi inaccesible, que no tiene cuartos de hotel ni restaurantes permanentes. Pero allí, orondas, se exhiben sus camisetas y cachos de fútbol: Total: 152,5 millones de dólares de malgasto.
– Estadio sin espectadores. Al Presidente le gustan sobre todo dos cosas: uno, discursear, dos, jugar fútbol. Por lo tanto, inaugurar canchas y coliseos para él es algo especial. El problema es que esas obras tienen enormes capacidades para las localidades que las albergan. En Pucara, Santa Cruz, para menos de 1.500 habitantes de la capital de ese municipio, se hizo un estadio para… 1.500 personas. Para que se llene deberían asistir todos los vecinos, desde el bebé que acaba de nacer hasta la persona más anciana. Por eso, ese coliseo siempre está vacío. Ésta es una constante a nivel nacional. El caso más conocido, y cuya inauguración dio vuelta al mundo, es el de Chimoré, en medio de la selva. Tiene capacidad para 15.000 espectadores y la población de la localidad de ese nombre es de… 15.000 personas, por lo que sus graderías están virtualmente vacías desde su inauguración. Obvio. Sería como construir un estadio para 800.000 espectadores en El Alto.

Comparemos: monto usado mediante el programa Evo Cumple en postas de salud: sólo 104 millones; usado en canchas sin espectadores: 484 millones de dólares de malgasto.

¿Se imagina el lector que al Presidente le gustara más bien inaugurar postas sanitarias y escuelas y conversar con médicos y profesores en vez de jugar fútbol? Soñar no cuesta nada. Sólo en los ejemplos mencionados en esta columna, el desperdicio es de 1.961,5 millones de dólares. Y hay muchas obras más: satélite sordo y ciego, planta separadora de líquidos sobredimensionada, cumbres de movimientos sociales, etc.

El total general dilapidado puede llegar a tres, cuatro o cinco mil millones de dólares. Esta cifra no se refiere a la corrupción (casos taladros, escáneres de Segip, Fondo Indígena, Banco Unión, Ministerio de Defensa, Catler, tarjetas de Entel, Barcazas, etc.).
Por eso la democracia inventó la alternancia en el poder. Para que los países se salven de sus líderes más iluminados.

El autor es periodista
Twitter: RaulPenaranda1