El plazo venció el 30 de julio. No se logró un acuerdo con los fondos buitre. Se les invitó a ingresar al canje, pero no aceptaron.
Para complicar más el asunto, está la cláusula RUFO (Rights Upon Future Offers) que implica que Argentina no puede ofrecer voluntariamente mejores condiciones de pago a los litigantes que a los acreedores que accedieron al canje. Si esto sucediera, las demandas caerían en cascada.
La bolsa se descalabró después del fracaso de la negociación: bajó 8.38% en una sola jornada y las calificadoras bajaron la calificación de Argentina. Standard & Poor´s a “default selectivo” y Fitch a “default restringido”. Pero la presidenta Cristina Kirchner llamó a los argentinos a estar tranquilos. Insistió que Argentina no está incumpliendo: “un default es no pagar, y que lo que está pasando es que no nos están dejando pagar, tendrán que inventar una palabra para eso”.
Sea default o no, selectivo o restringido, Argentina tiene que impedir que la bola de nieve se haga más grande. Y lo tiene que hacer pronto si no quiere deteriorar su acceso al financiamiento internacional, indispensable para el crecimiento de su economía. La recesión se puede acentuar, el desempleo aumentar, la inflación dispararse, una devaluación sería inminente. Quiera o no, tendrá que seguir negociando con los buitres.
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