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martes, 3 de noviembre de 2015

como un "boomerang" o sea disparo que regresa al sitio de donde salió, está resultando el episodio del Hotel Four Seasons, aunque el autor no menciona, el medio millón de dólares que costó el mismo ni la separata costeada con millonarios avisos de las empresas estatales que arrojan pérdidas, ni el texto del mismo que niega la condición de "demócrata de Evo Morales", el texto es rico en mostrar la verdad del episodio neoyorquino.

Supongo, que más allá de las alharacas publicitadas del eterno optimista,  (léase Ministro de Economía) el estado de nuestra economía debe estar que arde, para que el Presidente no haya tenido más remedio, haciendo de tripas corazón, para ir a Nueva York, a las mismísimas entrañas del “imperio” y del capitalismo sistemáticamente denostado por la temible lengua del caudillo, a tratar de convencer a los empresarios gringos para que arriesguen (nunca más cabal la acepción) sus washingtones en la Bolivia plurinacional. Como leí en las redes sociales (el quinto poder), pareció un anticapitalista pasando el sombrero ante los capitalistas...
Si bien hasta el momento no se tiene noticia fehaciente de los resultados efectivos del intento lo cual podría explicarse por el escaso lapso transcurrido (por ahora solo tenemos MAS discursos) no ha dejado de llamar la atención que de la supuesta larga lista de inversores invitados (incluso dijeron que tuvieron que rechazar algunos... por motivos de espacio), dicen las lenguas comunicativas que al final, los principales asistentes fueron efectivamente, empresarios, pero llevados desde Bolivia ... (algunos padeciendo un avanzado síndrome de Estocolmo, según parece) y otros dos interesados en ingresar al evento – Roca y Streicher- que no les dejaron entrar al lujoso salón del Four Seasons. Sabían demasiado.
Empero, dejando de lado aquellas sabrosas anécdotas, a la vista de la importancia del personaje y especialmente, considerando que sus decisiones nos afectan –guste o no- a tod@s incluyendo nuestras próximas generaciones; en abstracto, aplaudo la gestión presidencial pero asumo que la realidad es mucho más cruda y testaruda que sus discursos y delirios, ya que una economía saludable jamás podría caer en la ingenuidad de poner todos sus huevos en una sola canasta –la pública- requiriendo el concurso del sector privado.
El problema es que el Estado del que se trate y peor su jefazo (dada la inocultable concentración de poder del que padece el nuestro) deben ser altamente confiables para atraer las anheladas inversiones, pues se dice que los capitales son de lo más cobardes y, ante cualquier sustito, se baten inmediatamente en retirada!!!! hacia lugares confiables... 
Por cierto que el grado de confiabilidad estatal se mide, entre otros elementos, por la seguridad jurídica que el estado candidato demuestra a los inversores, lo que necesariamente pasa por una efectiva separación de poderes, huyendo de aquello que sus tribunales procedan bajo la premisa “el estado nunca pierde” (García Linera dixit) y menos, los tristemente célebres del meterle no mas aunque sea ilegal o por encima de lo jurídico está lo político. Eso constituye el kuku de los inversores. Peor si –de yapa- les amenazas para que no se metan en política.
Así las cosas, aunque desearía suceda lo contrario, parece que el Presidente le metió no más una misión imposible ante el imperio, pues por muchos esfuerzos que se hagan y recursos que se gasten o inviertan, si de manera sistemática no se tuvo el acierto y la prudencia para cultivar una imagen propia y del estado que sea confiable a mediano y largo plazo sujetándote al imperio de la ley, cumpliendo la palabra empeñada y huyendo de las estrategias envolventes y demás trampas que caracterizan a la actual administración, por mucho que vaya el tipito de la película hasta en su cumpleaños y con la banda sonora de Schifrin (aquél compositor de la serie misión imposible) el plausible intento se convierte en un boomerang cuyos efectos sólo terminan impactando negativamente al interesado y a “su Estado”, por su doble y nada creíble flamante discurso, pero no benefician a su administración y menos a quienes se debe(ría). Es que: “Los políticos son siempre lo mismo: prometen construir un puente aunque no haya río”; no lo digo yo, sino Nikita JRUSCHOV

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