Venezuela nos duele y nos reivindica

Susana Seleme Antelo

Canta el pueblo su canción/nada la puede detener/ esta es la música del  pueblo y no se deja someter. Te unirás a nuestra causa/ven y lucha, hay un mañana que vivir”. (La cantan jóvenes venezolanos, inspirados en el musical ‘Los miserables’, basado en la novela de Victor Hugo. Prodavinci 19.V.17)

Sesenta muertos y pueden ser más. La mayoría de ellos muy jóvenes, algunos estudiantes, asesinados en la primavera de sus vida por la represión de un régimen que conculca Derechos Humanos y Civiles. Los han matado los miembros de los llamados “colectivos”, en los hechos milicias civiles armadas por el Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez (+),  Nicolás Maduro y compañía, secundados por la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivarianas.

Son más de 50 días de marchas, protestas multitudinarias y plantones pacíficos de día y de noche, a la luz del sol o con velas, desafiando gases lacrimógenos, balas, tanques incendios, cauchos quemados y saqueos. Es la hazaña colectiva del pueblo venezolano por recuperar la vida democrática y la libertad frente a la espiral de violencia y la sin razón de la intolerancia política de Maduro. Como cualquier  autócrata, se aferra al poder protegido por militares y civiles, beneficiarios de la corrupción desembozada, a la que ronda el narcotráfico.

Hoy,  la lucha está coordinada por la oposición venezolana sin fisuras,  que se enfrenta en las calles contra el monopolio de la fuerza represiva del régimen. “Es momento de resistir para avanzar”, fue la consigna que adoptaron la plana mayor de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda, a quien le han confiscado su pasaporte para impedir que salga a denunciar las tropelías de la dictadura.

Algunos medios señalan que  las marchas “son la resistencia heroica contra un régimen totalitario. Es  la historia de una entrega patriótica diaria”. Las protestas comenzaron después de que el Tribunal Supremo servil al ‘chavismo’, usurpara las funciones de la Asamblea Nacional, ganada en elecciones en 2015 por la oposición política, catástrofe nunca pensada por el totalitarismo local y aledaños. La ‘usurpación’ fue revocada por la presión internacional.

El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, denunció que en Venezuela se cometen crímenes “de lesa humanidad” con “el asesinato y la tortura por motivos políticos”. También acusó al ministro de Defensa, general Vladimir Padrino López, de “aplicar la justicia militar a civiles que se manifiestan pacíficamente”. Algunos jóvenes juzgados por tribunales militares han sido trasladados a cárcel de alta peligrosidad, imputados de “traición a la patria, terrorismo e incitación a la rebelión”.

Leopoldo López Gil,  padre del líder político encarcelado y condenado a 15 años de presión, Leopoldo López Mendoza, coordinador nacional del partido ‘Voluntad Popular’, apunta que los tribunales castrenses son la puerta “a otras graves violaciones tales como la tortura o el sometimiento a tratos crueles, inhumanos y degradantes”.

El régimen de Caracas ha violado casi todos los artículos de la Carta Democrática Interamericana, afirma Almagro. La OEA celebrará el próximo 31 de mayo en Washington una reunión de consulta de cancilleres sobre la crisis política de Venezuela. El régimen de Maduro no asistirá, pues esa convocatoria motivó el portazo que dio a la organización y su pedido de salida, que no se hará efectiva hasta 2019. Venezuela,  país con las mayores reservas de petróleo en el mundo, que ya se asemeja  a un Estado fallido como Somalia, desafía los valores de  la OEA, tal como los conciben hoy su secretario general y las democracias del mundo.

La activista de Derechos Humanos Lilian Tintori, esposa Leopoldo López M. manifestó en la marcha ‘Somos millones’ que “Es hora de que la OEA aplique la Carta Democrática. Queremos elecciones. Ningún país puede ser cómplice de un dictador.” Aunque Evo Morales sí es cómplice de su par caribeño, al que defiende sin rubor aquí y en foros internacionales.  Son de la misma calaña.

En Venezuela hay hambre generalizada, escasez de productos básicos que el régimen administra con fines políticos, además de carencias de insumos para atender demandas de salud pública, como las crisis asmáticas de niños/niñas y personas mayores, victimas del olor de las bombas lacrimógenas y los ruidos de la guerra ya declarada contra la sociedad civil.

Amigas venezolanas comparten sus sentimientos y agradecen las muestras de apoyo que reciben desde Bolivia. Un testimonio decía: “Desde esta orilla, son muchos días de lucha y muchos muertos. Esto ya es una guerra Civil. Los detenidos, los muertos, las víctimas de saqueos o acosos a sus viviendas tiene mucho que contar. Se está torturando a mansalva. Los  colectivos del gobierno hace unos días  mataron a un comerciante porque se les enfrentó defendiendo su pequeño negocio. Impunidad total.  Al dictador y su combo no les importa nada por mantenerse en el poder. Gracias por  no dejarnos solos.”

Nos están solos. Venezuela nos duele y al mismo tiempo nos reivindica en su lucha por restituir el Estado de Derecho, el respeto a los Derechos Humanos y la justicia en democracia. Nos sumamos a la exigencia de libertad para  todos los  presos políticos y elecciones libres, porque hay un mañana que vivir. ¡Con el dictador solo se puede negociar su salida!