Opinión
Mirando de abajo
La Gran Ilusión, la Gran Mentira
Martes, 24 de Enero, 2012
Repaso mis columnas de entonces. Luego de una, Evo presidente, donde hablaba del porqué no, de la necesidad de despojarse de un historial abyecto, del atávico racismo que nos caracteriza, y sin mucha convicción sugerí que valía la pena tratar. No es que fuera la elección de un indio, ya que indios somos todos, al menos los andinos, y la tez oscura y los rasgos nativos ocuparon cargos importantes, presidencia incluida, desde siempre en el país. Solo que lo escondimos, la sangre estaba presente pero vergonzante según. Era la oportunidad de reconocernos, traba mayor que enfrentamos de principio. No fue así.
De inmediato, con la perspicacia de aquel que en aislamiento ha aprendido a desconfiar, supe lo que se venía. Y lo dije, lo ataqué, por seis largos años, perdiendo “amistades” y demás, desmitificando lo obvio: rapacidad, fraude, falsía, usurpación. No perdí nada: peroradores de cantina, profetas de firulete, rebeldes cuya corrupción emulaba y superaba la de los odiados antecesores políticos. Esos abundan, y mejor perderlos que encontrarlos. Arribistas.
Ahora el líder, que prometió una Suiza sudamericana, cosa que ni intentó, discursea ¡por tres horas! acerca de los beneficios que su desastrosa presencia ha traído. La bandeja de logros está vacía. Se ha avanzado en algunos aspectos que la historia marcaba ya como imprescindibles. No ha sido un triunfo personal. Hubo gente que le creyó, que todavía le cree. Humildes vilipendiados de antaño, desde antes de los españoles también que aquello no era paraíso. Se mintió con descaro, se inventaron grandezas, como la supuesta inteligencia del vicepresidente y la talla universal del de arriba. Para ello trabajó el gringuerío idiótico y paternalista, de derecha en el pasado, de izquierda para éste, que vive en continuo tour por tierra y vida de los “pobrecitos”, indicándoles cómo vivir. Otra vez traición.
País de grandilocuentes personajes el nuestro. Y de grandilocuente idiosincrasia. Más fácil mentir que trabajar; más sencillo imaginar, ilusionar, que mostrar hechos concretos. Por eso individuos como Evo Morales pueden darse el lujo de sugerir que se necesita una carretera por el Tipnis para traer el rally Dakar. Inconcebible, inimaginable, como si Bolivia fuese Asnivia. Y no únicamente entre los de abajo, que al no tener nada, anhelan todo, sino asunto generalizado, hasta entre ilustrados. Pueblo que en su incapacidad de crear nada cree todo. Taras o malas costumbres, no lo sé.
Escuchaba pasmado a un buen escritor alegar a favor de la coca-cocainización del país como arma de lucha contra el imperio. ¿En qué era vivimos? O estupidez congénita, o se quiere tapar el despilfarro, el hurto de los nuevos ricos, peores que cualquier derecha porque lo hacen a nombre de los pobres.
Se magnificó el hierro, el gas, el litio. Repaso otra vez los textos que me sirven de descargo para decir que jamás fui parte del exabrupto, y encuentro las sentencias pesadas de que no habría progreso, ni hierro ni gas ni litio. Coca, coca, coca, la ideología del gobierno. Al diablo la teorización sobre los estadios de la lucha por el socialismo, por la inclusión de la “vía boliviana” en los anales de la revolución. Lo que se ha visto y se ve es simple y descarado saqueo. Los llamados indígenas que gobiernan son los mayores enemigos de cualquier cultura ancestral. Se habla del ayllu, de la justicia comunitaria, de sinfín de cosas buenas y malas. Convertir al país en un inmenso cártel va a terminar con ello. El narcotráfico es el mayor globalizador y no dejará resabio de lo antiguo. Adiós los indios, los huayños, pachamama y mamapacha. La cocaína les pasará por encima montada en un hummer. Ellos ¿quiénes? lo saben y lo aprovechan. Se habrá protegido como sus criticados rivales con propiedades y cuentas de banco. Éste ha sido pecado tal que no puede quedar impune si deseamos salvar algo de lo poco que nos queda.
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