Como si no fueran pocos los problemas de seguridad que afectan al simple ciudadano de a pie, ahora observamos una creciente ola de violencia criminal, algo que asusta. A todo esto, en medio de esa preocupante escalada, vemos con pena que las fuerzas policiales junto con quienes acompañan elementales procesos posteriores (fiscales y jueces) dejan mucho que desear en sus respectivos niveles de actividad. Guste o no, son deficientes. Es la real realidad.
En este contexto de violencia generalizada que vive la comunidad cruceña en particular y Bolivia en general, persisten endémicamente los llamados “ajustes de cuentas”. El último de estos horrendos hechos ha llegado a extremos. Un matrimonio fue torturado y asesinado, incluyendo el horror a sus dos pequeños hijos, también aniquilados por los sádicos sicarios. Como acertadamente comentó un colaborador de este medio: “saltan a la vista y son cada vez más estremecedoras las secuelas y ‘vendettas’ con el sello de una tenebrosa actividad fuertemente enraizada en nuestro medio, donde el crimen, en sus diversas manifestaciones, acecha a cada momento y en cualquier lugar”.
La violencia criminal se ha vuelto casi rutinaria. Cuando una comunidad aprende a vivir en medio de brutales hechos delictivos, algo comienza a podrirse en su interior. Y eso es lo que no queremos para este departamento ni para nuestro país. Un Estado bien organizado tiene que ser capaz de reprimir con dureza estos hechos una vez encontrados los culpables. Asimismo, las autoridades deben evitar que se repitan y que la tasa de criminalidad prosiga su temible ascenso.
El accionar del narcotráfico tiene sus raíces locales, ellas son bien conocidas. Un reciente informe de las Naciones Unidas ha señalado que el 94% de la hoja de coca producida en Chapare se desvía hacia actividades vinculadas con la producción de estupefacientes. El porcentaje mencionado es contundente, pero poco o nada se hace para evitar el desvío ilegal de la coca. De ahí a la aparición de grupos delincuenciales -con sus macabros ajustes de cuentas- era solamente cuestión de tiempo.
Delincuencia y ahora asesinatos al por mayor, he aquí el álgido panorama que la sociedad boliviana enfrenta. Las autoridades tienen que recapacitar con objetividad en torno a esta tendencia perversa y cortarla radicalmente. La gente, como tantas veces lo hemos repetido, solamente quiere vivir en paz; no es mucho pedir como contrapartida de los impuestos que se pagan. La honesta labor cotidiana de la inmensa mayoría no puede comprometerse ni estar en peligro por el frenético auge de lo ilícito entre unos pocos
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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