Arturo Yañez Cortes
En razón a los últimos acontecimientos suscitados con el régimen – LAMIA, Gobernación de Chuquisaca, Dama de azul, alfombras persas, que yo no sabía, no fui yo, que aquí lo puse y no aparece, etc,- me resulta imposible -aun cayendo en la reiteración- no otorgarle otra vez más, crédito a Lord Acton y a su célebre: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” y claro!!! cómo no!!! a George Bernard Shaw cuando sentenció: “A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido…Y por las mismas razones.”.
Es que sostengo, ahora cuando nos acercamos a fin de año y acostumbramos realizar evaluaciones de diversa naturaleza, que será muy difícil para el olfato del ciudadano, no oler que el régimen está en franca putrefacción, es decir, cambiando lo que haya que cambiar: “La descomposición de una materia o una sustancia por la acción de diversos factores y de determinados microorganismos”. Refuerzo mi postura, con algunos de sus sinónimos:
podredumbre, fétido, corrompido y descompuesto; y, sus antónimos: lozanía, salud y frescura. ¿Cuáles le vienen a su cabeza o mejor, nariz pensando en el desempeño del régimen…?
¿Cuál o cuáles son las causas para que haya terminado en ese estado? Si bien seguramente existen muchas interpretaciones sobre las mismas, ensayo algunas de estas:
Creo que la principal causa para oler de esa manera, obedece a que desde el mismo inicio del régimen -sus líderes lo confesaron públicamente- no estuvieron nunca satisfechos con tener sólo el gobierno y por un lapso limitado como ocurre en cualquier democracia, sino deliraron con tener el poder absoluto y for ever. Es más, recurriendo todo el iter criminis confesaron también que habían llegado al palacio de gobierno, no como inquilinos no más, sino como sus propietarios y por varias décadas. El leitmotiv del régimen fue conservar y fundamentalmente, reproducir su poder y a toda costa (meterle no más, según la doctrina Morales) y eso, le causó el actual suicidio político que padece.
Ese modus operandi ha generado también que su gestión pública, que hasta donde entiendo constituye la principal tarea de cualquier órgano ejecutivo, para decirlo en términos sumamente benignos, haya quedado completamente postergada por esas pretensiones y delirios claramente totalitarios. Alguna vez, el presidente dijo que por encima de lo jurídico estaba lo político, con lo que las elementales salvaguardas que todo gobierno debiera ineludiblemente observar como parte de su ejercicio presentándose como ejemplo de cumplimiento de hasta -sus propias- normas legales (en este caso), quedó convertido por el propio régimen en un exotismo, absolutamente ajeno a la realidad, pese a los derroches de su Ministerio de Propaganda.
Por lo mismo, aunque repitió que eso de la meritocracia o la tecnocracia eran propias de los neoliberales, de la derecha o del colonialismo, hoy la realidad le ha mostrado al régimen que es mucho más dura y terca, puesto que el sectarismo, improvisación e ineptitud con la que han manejado los asuntos del todo poderoso e idolatrado estado plurinacional, hoy está cobrando onerosas facturas, que al final de las cuentas, las pagaremos tod@s. Ese irresponsable ejercicio del poder, se ha convertido en un verdadero estigma y lastre del régimen, superando todos los récords de sus antecesores, que también hicieron de las suyas.
Si a todo lo anterior le agregamos el manifiesto desprecio por la incipiente institucionalidad que se había logrado construir desde la recuperación de la democracia so pretexto de la revolución, terminamos con el nauseabundo olor que hoy exhibe el régimen que al tener fecha de vencimiento, hoy continúa suicidándose en cámara lenta. Churchill dijo que: “El problema con el suicidio político es que uno queda vivo para lamentarlo”.
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