Con su voto, la ciudadanía le ha dicho sí al pluralismo político en democracia. Apostó por el equilibrio para, desde el territorio y las ciudades que albergan al 70% de la población, hacer contrapeso a la concentración del poder. Este no es un dato menor al constatar las fortalezas y déficits democráticos del MAS. Es una respuesta a las pulsiones hegemónicas que sus líderes no disimularon y a las que el Órgano Electoral parecía facilitar. Con este mensaje como telón de fondo, lo ocurrido en las urnas da mucha tela para cortar.
La gestión sí importa: en términos subnacionales la gestión deriva en premios y castigos. Curiosamente, pese al asedio del Gobierno central, los opositores fueron favorecidos por la reelección y la continuidad. Es el caso de Rubén Costas en Santa Cruz, de Luis Revilla en La Paz, fortalecidos electoralmente; de Rodrigo Paz en Tarija y del polémico Percy Fernández, el alcalde cruceño, siendo Luis Flores, gobernador de Pando, la excepción en el oficialismo. Algo deberemos aprender de las capacidades de gestión y buenas prácticas institucionales premiadas por el voto.
Tripleta paceña: la victoria del trío Revilla-Chapetón-Patzi tiene un poderoso significado. El voto cuestionó la autoridad política y moral de organizaciones sociales corporativas que presionan y ‘cogobiernan sin responsabilidad pública’ en el municipio de El Alto, en el Fondo Indígena y en otras instancias del gobierno; se puso al frente de amenazas y deslegitimó la propuesta ‘andinocéntrico’ y ‘ruralista’ que simbolizaba Felipa Huanca.
¿Acaso no fue una propuesta anacrónica proponer el cambio de nombre de la plaza Murillo a título de descolonizar y ‘despatriarcalizar’? Eso ocurría mientras Patzi y la ‘Sole’, aimaras urbanos, sintetizan perfiles empoderados, interculturales y de una ciudadanía moderna a los que miles de familias de origen indígena y rural antes excluidas aspiran para sus hijos.
Tiene razón el MAS cuando, a modo de consuelo, argumenta que es la única fuerza con presencia política en todo el territorio. Se trata de un rasgo saludable al que las oposiciones mixturadas deberían apuntar. Hay una nueva generación política de liderazgos regionales con potencial para contribuir a ello, esperando que puedan hacerlo vacunados del síndrome de reyes o caciques sectarios, despóticos y pretensiosos.
En suma, el escenario poselectoral abre un nuevo capítulo en la construcción del Estado con autonomías. Con gobiernos subnacionales menos tutelados por el centralismo político, la coordinación y la convivencia con el adversario político, serán mandato imperativo.
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