Las proyecciones de la economía boliviana están provocando correcciones y discrepancias entre funcionarios e instituciones, así como en los criterios de la oposición política. La Cepal ha bajado su proyección acerca del crecimiento de Bolivia dos veces este año, reduciéndola del 5,5% al 5% y luego al 4,5%, en julio pasado.
Como van las cosas con el precio del petróleo, que fija el del gas natural de exportación, y con la crisis minera, además de los problemas naturales y de origen monetario que afectan al agro, se podría temer que el organismo vuelva a hacer correcciones para la economía boliviana antes de diciembre próximo.
Pero el Gobierno nacional, como ha repetido el presidente Evo Morales en su mensaje del 6 de agosto en Trinidad, mantiene la creencia de que, de todos modos, el crecimiento de este año ha de estar por encima del 5%. Como quiera que sea, las perspectivas son preocupantes, sobre todo para el gas y los minerales, mientras que la situación del agro podría mejorar si es que el Gobierno decidiera tomar medidas respecto del tipo de cambio.
En el caso del gas, la producción se mantiene en este momento en 60-62 millones de metros cúbicos por día (MM m3/d) y no es poco probable que aumente antes de 2019 en los volúmenes requeridos por los compromisos de exportación y por la demanda interna. En este momento, se envían a Brasil 33 MM m3/d, a Argentina 17 MM m3/d, con lo que se absorben 50 MM m3/d. Los restantes 10 MM m3/d son para el consumo interno. Pero el país tiene el compromiso de enviar a Argentina 27,7 MM m3/d, es decir, 10 MM más que ahora, y si no lo hace tendrá que pagar por el gas no enviado, además de una multa del 15%.
Los esfuerzos que hace el Gobierno para alentar la exploración y explotación petrolera son positivos, pero los resultados no llegarían a tiempo. Además, hay que encarar las negociaciones para la renovación del contrato con Brasil, lo que supone desafíos relacionados con el precio futuro, pues el gas natural tiene precios internacionales que caen debido a la sobreoferta.
Quizá convenga que el país se esmere, de veras, en dejar de depender de los recursos naturales no renovables, para lo que se necesitaría impulsar la agricultura, ahora afectada por el clima y el tipo de cambio
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