El racismo masista

              
Manfredo Kempff Suárez

Justamente quienes hablan que ha llegado la Era del Pachacutec, de la supremacía aimara, e influyen culturalmente en el imaginario colectivo con simbolismos y mitos andinos, resultan ser quienes atribuyen a los cambas un racismo desmedido. Que hubo desde siempre una rivalidad regional nadie lo duda, hasta una antipatía incuestionable, pero de ahí a que algunos cruceños aparecieran blandiendo la lanza racista como hace hoy el MAS es una falacia.
Los masistas afirman que si los originarios han llegado a tomar el poder, es para no soltarlo más. Y lo dicen desde el punto de vista étnico. Por supuesto que cuando se menciona a los originarios, no son ni guaraníes ni chiquitanos ni guarayos, son aimaras y también quechuas. Quienes quedan fuera del esquema del poder son los blancos (en USA los consideran meros hispanos) y curiosamente, en un país cholo, a los mestizos no quieren ni reconocerlos, porque, seguramente, piensan que están “contaminados” con sangre española.
La propaganda que ha lanzado el Gobierno el día de la lucha contra el racismo, es simplemente canalla. Aparece una mujer cruceña (con los colores de la bandera) golpeando a una cholita desde atrás y alguien (cruceño también) que dice: “Por colla te pasa esto”. Es natural que nuestra Gobernación y el Comité Cívico reaccionaran airados ante aquella provocación. Esto no puede traer sino malestar y es el mejor caldo de cultivo para que los racistas del MAS puedan tener otra oportunidad para injuriar a la dirigencia cruceña y si es posible perseguirla.
Cuando desde el Palacio se dice que S.E. es el “Jiliri Irpiri” (gran líder), y que el “ajayu” o espíritu de Tupac Katari se encarnó en él, y las ceremonias  andinas están en todo momento quemando coca, alcohol, y fetos de llama, los verdaderos cruceños no comprenden nada. Menos cuando al inefable Vice se lo llama “Quananchiri” (quien aclara las cosas) y ha sido fundador del EGTK, que era un pacto guerrillero entre aimaras y quechuas para tomar el poder. O cuando el filósofo Choquehuanca, nulo Canciller durante 11 años, se dedicó a elucubrar ridículos disparates cósmicos. ¿Por qué afirman entonces que racismo viene del oriente?
Cambas y collas no somos iguales, indudablemente. No tenemos por qué serlo. Ni la ascendencia, ni el clima, ni las creencias, son similares. Pero esto sucede también en Perú, Ecuador, Colombia, y no es motivo para que, pese a las diferencias, desde la sede del poder se provoque conflicto entre los de la montaña, la selva y la costa.