Aparato estatal insostenible

Se ha anunciado un ambicioso plan para reducir los trámites en diferentes reparticiones públicas. Existe una lista de ministerios, oficinas y papeleos que enfrentarán algunos cambios, con el fin de simplificar, reducir y en muchos casos llevar a la red internet las gestiones que hacen los ciudadanos y que los obliga a hacer innumerables colas, lidiar con esperas y malos tratos de funcionarios muy afectos a estropear y chantajear a la gente, que paradójicamente paga su salario con las contribuciones que hace.

Un poco tarde para iniciar este proceso que debió ser incluido dentro del programa de “descolonización”, pues si hay algo que aprendimos y lo- hicimos muy bien los que vivimos de este lado del “charco”, es a complicar las cosas y especialmente a rodearlas de mala fe, corrupción y abuso, todo resumido en el concepto de burocracia.

De cualquier forma hay que celebrarlo y animar al Gobierno a que siga haciendo reformas para que el sector público se convierta en un facilitador de la vida de los bolivianos, para que deje der un torturador, una tranca de los negocios, un monstruo gigantesco que le mete la mano a los bolsillos al contribuyente a cambio de nada. Hemos estado viviendo un periodo negro en materia impositiva, con obligaciones crecientes, con una hostilidad nunca vista hacia el sector formal de la economía y una estructura administrativa demasiado compleja y llena de recovecos.

¿Cuál debe ser el segundo paso? Muy poco puede aportar esta política de eliminación de la burocracia, si no se piensa en reducir el gasto público, que en los últimos años ha crecido de manera exponencial. De acuerdo a un reciente informe de prensa, el denominado “proceso de cambio” implicó una impresionante inflación del aparato estatal al punto de que en el 2016, el Estado, en sus diferentes instancias, gastó cuatro veces más en sueldos que en el año 2006, lo que supone haber pasado de 1.160 millones de dólares hace diez años, a casi cinco mil millones de dólares.

Si bien este fenómeno, denominado vulgarmente como “peguismo”, no es nuevo y se ha manifestado en los municipios, las gobernaciones y en las universidades, en el periodo mencionado el gasto en sueldos ha sido desmesurado y ha sido el Gobierno central el principal protagonista de esta explosión burocrática que se ha traducido además, en la ampliación de oficinas, incremento de alquileres, construcción de palacios, ministerios y cientos de oficinas para albergar a todo un ejército de funcionarios, que en este momento hacen poco y que pasarán a hacer nada si es que tienen éxito las medidas de simplificación de los trámites que mencionamos al principio.

En la actualidad el Gobierno nacional está gastando más de la mitad del presupuesto en el pago de salarios y muy pronto, con la drástica reducción de los ingresos, esa inmensa carga será insostenible. A las autoridades no les quedará otra salida que reducir el personal, buscar cómo generar empleos productivos o hacer como en el pasado, recurrir a donaciones y préstamos para pagar sueldos. ¿Cuál será la salida?

En la actualidad, el Gobierno nacional está gastando más de la mitad del presupuesto en el pago de salarios y muy pronto, con la drástica reducción de los ingresos, esa inmensa carga será insostenible.