Hace algunas semanas nos estremeció la noticia. Una familia volvía de un
pueblo de Comarapa a El Torno y cayó por un barranco. Murieron los dos
padres y sobrevivieron tres hijos pequeños. Los protegió una buena
persona. Él los abrigó y los arropó. Él pidió auxilio y estuvo a su lado
hasta que los recogieron.
Tres niños perdieron en un camino lo
más valioso que tenían. Para que crecieran por dentro y por fuera, para
que se hicieran personas plenas, Dios los puso en un hogar que se les
fue por el barranco. Quedaron sin seguridad ni apoyo, sin estímulo, sin
calor, sin compañía, sin guía. Lo perdieron todo y sin remedio. Cuenta
el testigo que todo sucedió porque cayeron en un bache y el auto quedó
sin frenos que los detuviera antes del precipicio. Dios los puso en un
hogar, pero la carretera abandonada mató a sus padres y los dejó a ellos
en la soledad. Toda esa carretera es un solo paisaje lunar, un campo de
batalla, una cadena interminable de cráteres con las fauces abiertas
para devorarnos. El auto de la pareja quedó sin frenos, cómo pudo romper
la dirección o saltar por los aires. Esa ruleta rusa se llevó dos
vidas, se llevó la infancia de los niños y la mitad de su felicidad.
Aunque
no lo parezca, hay una empresa encargada del cuidado de las carreteras,
lo que no hace nunca. Todavía no se les ha ocurrido cumplir su misión y
sus carreteras son un arma cargada que se dispara y mata. ¿Cuántos
puntaejes, cuántos amortiguadores, cuántas personas, cuántos pernos no
revientan? Por su culpa se van millones en reparaciones y en repuestos.
Pero más graves son las miles de muertes absurdas que nunca debieran
llegar. Y la empresa depende de un ministro, tan irresponsable como
ellos, que les permite dormir. Y el ministro tiene un presidente que
hace la vista gorda, ocupado en cosas más importantes que las muertes de
máquinas y de gente.
¿Ha sabido usted de algún fiscal que se
haya ocupado de investigar este crimen? Están ahí a la vista los
culpables y sus cómplices y nadie mueve un dedo. Ni el defensor del
pueblo exige sanción. ¿Qué pasa? ¿Puede permitirse una irresponsabilidad
que en sí misma es criminal? Ya debían habernos anunciado un juicio por
asesinato y cien mil más por cien mil intentos fallidos de asesinato.
Juicio por incumplimiento reincidente a perpetuidad de deberes, juicios
por desfalco y por despilfarro, juicio por asociación para delinquir. Lo
que no puede quedar impune es que se exponga a 10 millones de
ciudadanos a la muerte con el arma letal de las carreteras
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