REACCIÓN MATA SOSPECHA
Es obvio que resulta muy complicado para Evo Morales, admitir que su
romance -en algunos casos-, o simple convivencia tolerante en otros, con
ciertos estratos de la sociedad boliviana han llegado definitivamente a su fin.
La clase media, o media clase como gusta decir, es la más firme en marcar distancia.
Y a juzgar por cómo esgrimen los argumentos ante el contundente golpe que inesperadamente recibió sobre todo la
figura presidencial, las diferencias son ya insalvables.
Ya nadie ignora que ni siquiera a algún reflexivo asesor - si es que lo
tuviera-, Evo Morales le admitiría la mínima crítica. No tiene la capacidad de
oír a nadie que no coincida con su propia interpretación de la realidad. Con el agravante que su círculo íntimo, aquel
en el que ojalá pudiéramos depositar algo de esperanza al momento de imponer
racionalidad en el modo como enfrenta el
Presidente los conflictos que aunque mínimos lo desbordan, no sólo lo secundan
en descabelladas actitudes, sino, que a modo de mostrar su total adhesión al
jefe, suelen superarlo al momento de lanzarse ante la opinión pública nacional
e internacional, profundizando la brecha que se ha impuesto entre la ciudadanía
y el Poder.
Es indudable que su renuencia a aceptar un resultado limitante bajo las
reglas democráticas que supuestamente rige
la convivencia en el país, está
sumiéndonos en una incertidumbre de alta peligrosidad. Nada peor que esa
inquietud que va envolviéndolo todo. Es comprensible que ciertos actores
sociales, en su afán de seguir siendo favorecidos con las prerrogativas que
empiezan a diluirse, reaccionen insensatamente.
Pero un líder como Evo Morales, debería ser la voz que marque un camino con
racionalidad, presentando a sus
seguidores opciones que marque el norte para la coyuntura que se presenta para
el 2019. Las bravuconadas y desafiantes posiciones no conducirán más que a una
verdadera guerra en el único vehículo de expresión al que acceden todos sin necesidad
de ser partidarios de ninguna opción política. Las redes sociales por su
extensión e ilimitado alcance, son el enemigo identificado al que están
amenazando con una ofensiva institucional, sin darse cuenta que ellos mismos seguirán
empujando a que las redes sigan siendo lo que hoy son, un verdadero muro de los
lamentos y los anhelos del sentimiento popular.
Son muchas las manifestaciones destructivas que se vierten sobre el uso que
se da a esa recién adquirida opción para poder comunicar el pensamiento
individual con libertad. Evo Morales se ha convertido en un Atila, que
capitanea las huestes bárbaras a quienes ha convencido que no existe futuro sin
su presencia. Esto demuestra claramente que el Proceso de Cambio, o sus Revoluciones
Culturales y otros eufemismos para su ilimitada ambición de poder que es su
verdadera razón de ser. Hace unas horas, un grupo de jóvenes y dirigentes
sindicales, han sellado un pacto imposible de cumplir sin violentar las reglas
democráticas. La decisión de encontrar a
como dé lugar, una salida que habilite a Evo Morales para terciar en las elecciones de 2019, es
casi un matar o morir. El sectarismo y la intolerancia, sumado a la total
ausencia de transparencia en el accionar del gobierno, hace de cualquier
manifestación de apoyo fuera de las normas, una declaratoria de interrupción
violenta del sistema democrático. Y esas
son palabras mayores.
Ya resulta repulsivo el modo como los operadores políticos de Morales, que
no son otros que sus propios ministros y uno que otro asambleísta, enfrentan
cualquier tipo de opinión contraria a esa imagen limpia que se esfuerzan por
aparentar. Nadie desde su perspectiva, tiene derecho a abrir la boca en disidencia
sobre cualquier tema que roce el gobierno, aunque sea tangencialmente. Se está volviendo intolerable el lenguaje,
inclusive el corporal, que usan para defenestrar al oponente. La arremetida
oficialista contra Carlos Valverde ha llegado a límites vergonzosos cuando deja
el ámbito de lo doméstico y es el mismo Evo Morales que lo internacionaliza de
la peor forma estrellándose contra la cadena CNN. Las situaciones no las crean los de afuera.
Si existe desborde informativo, es porque ellos mismos se encargan de crear las
condiciones de escándalos sostenidos y permanentes. Ya a nadie le cabe duda que
la denuncia en Bolivia, se ha convertido en un derecho y una obligación de
riesgo extremo.
El problema es que no se dan cuenta, que sus reacciones desproporcionadas,
sólo confirman lo que podría haber sido solo sospechas. Este revisar la letra
chica de los contratos con la Camc está muy bien y es una investigación
imprescindible. Y por los síntomas que
presenta esta sombría relación con proveedores chinos, es muy probable que más de uno de esos contratos, esté efectivamente plagado de imprecisiones,
fallas y descuido legal y técnico con claro daño al Estado.
Que existen irregularidades es
obvio. Empezando por lo antirreglamentario de la adjudicación sin licitación
pública. Pero la investigación que todos
soslayan, es la denuncia puntual que exige respuestas claras e impostergables
y es el beneficio por uso de influencias
e intercambio de favores al más alto nivel. Y eso no lo encontrarán solo en la
fría letra de un papel.
Karen Arauz
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