Asediaron al sistema político desde todas las trincheras que pudieron. Desarrollaron un discurso basado en la denuncia, la descalificación y el terror físico y verbal. Aprovechando y reclamando los derechos democráticos de libertad de expresión, decían lo que se les venía en gana sin medir su lengua bípeda. Se erigieron en los supuestos únicos autores del retorno a la democracia y, por lo tanto, henchidos de orgullo, en sus únicos beneficiarios. “Como nosotros somos los autores de la democracia podemos hacer con ella lo que nos dé la gana”, era su principio.
A punta de métodos violentos impusieron su particular forma de entender y aplicar la democracia: o me haces caso o te hago la vida imposible. Y así, cinco gobiernos (Banzer, Tuto, Goni, Mesa, Veltze) sufrieron el asedio y bloqueo de líderes y movimientos sociales que tenían como discurso y práctica la intolerancia, el autoritarismo, el racismo, el odio, la falta de ética y la demagogia. El fin justifica los medios, fue su norte y la necrofilia el medio. El amor a la muerte de las personas (militantes, simpatizantes o simples ciudadanos) como forma de escalar al poder, es propio de movimientos autoritarios. La inmolación como herramienta de la revolución.
Contaba un amigo que, en una de esas tantas acciones vandálicas de bloqueos de carreteras, cerco a las ciudades y asedio al sistema político, algún prominente líder de un movimiento social dijo: “Esto no va a ninguna parte, ya vamos días en huelga, marchas y bloqueos… y los neoliberales no ceden…necesitamos sangre. Eso es lo único que puede romper este empate”. Y claro la sangre no salía de los poderosos, era vertida por los pobres que ellos decían defender. Los llevaban al enfrentamiento fratricida que posibilitaba que la sangre corra por las carretas y calles de la patria. Y es que para los asaltantes del poder, ya sea fascista, comunista, populista de derecha o izquierda, la sangre del pueblo es el caldo de cultivo de sus victorias. De esa manera, en la lógica perversa de los tiranos, la muerte y muertos son necesarios porque las revoluciones, requieren, precisan mártires.
Decían defender la democracia cuando en realidad solo buscaban usarla y prostituirla. Y sin medir nada, tumbaron gobiernos y se encaramaron en el poder. Eso sí, inteligentemente, como lo diseñaron en el Foro de Sao Paulo, el golpe debía ser en el marco del uso de los instrumentos democráticos: el voto.
Tomaron el poder y se dedicaron a destruir la institucionalidad democrática. Como receta, después del asedio y la toma del poder por el voto, acusaron a las viejas normas como las causantes del atraso y el subdesarrollo. Para revertir esa situación, el procedimiento común de los socialistas del siglo XXI fue instituir asambleas constituyentes que les permitiera concentrar el poder y establecer un marco normativo favorable a su eternización. Luego, la persecución política contra los enemigos de la patria, bajo el rótulo de neoliberales, traidores, separatistas, sediciosos y golpistas se convirtió en el medio para descabezar a la oposición política. La libertad de prensa tan usada por ellos en tiempos de su emergencia, una vez en el poder, es algo que les incomoda y para ello han comprado medios, comprado periodistas y cercado a los pocos que aún se mantienen libres. De esa manera, de democracia real, hemos pasado a democracia aparente, simulada a través del voto.
Es por ello, que escucharlos acusar a los cooperativistas de golpistas, uno se pregunta, ¿y cómo llegaron ustedes al poder? En el reciente conflicto entre el gobierno y uno de sus más férreos aliados, los cooperativistas mineros, éstos amenazaron al régimen con que así como tumbaron a los neoliberales, también podían tumbar a cualquier gobierno que no les haga caso. Por supuesto que esas declaraciones son temerarias, subversivas y condenables. Yo las condeno y seré, como lo fui antes, uno de los primeros en oponerme a que alguien se atreva a romper lo poco de democracia que nos queda en favor de un golpe de estado. Siempre es, mil veces, preferible una mala democracia a una perfecta dictadura.
Las desafortunadas declaraciones y pretensiones de poner en jaque al país por parte de los cooperativistas que hoy cargan en sus espaldas un asesinato, son los argumentos con los que el gobierno habla de un supuesto golpe de estado en ciernes. Nada más absurdo. Pero de ser cierto, ¿no fue con los mismos métodos que hoy usaron los cooperativistas con los que llegaron el poder? ¿Por qué los golpistas de ayer, eran buenos aliados y hoy son vilipendiados y perseguidos? ¿Por qué tanta rapidez en arrestar a los causantes de la muerte de una autoridad y la negligencia en descubrir a los autores de los balazos que mataron cuatro cooperativistas?
Vistas así las cosas, si los orientales tuvieron su “Hotel Las Américas” para doblegarlos y humillarlos, los cooperativistas tuvieron su “Panduro” para descabezarlos. Y si este ajuste fuera para poner las cosas dentro del orden e institucionalidad democrática, es de aplaudir. Pero si solo es para enroscar más el poder de los que no quieren irse jamás, el remedio será peor que la enfermedad.
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