El título nace de una expresión afortunada de Jacqueline Patiño. Nadie duda del poder ni de la habilidad política del partido de gobierno (MAS), quien a pesar de algunos altibajos Evo Morales mantiene un porcentaje alto de aprobación: ganó con 53.7% el 2005, ratificado con el 64% el 2009, mantiene el 30% de aprobación el 2011. Sin embargo, no parece gozar de la misma aprobación cuando se trata de calificar los resultados de su gestión. A pesar de hacer gala de uso de poder machacando incansable en concentraciones que persisten en tono electoral después de seis años en el potro, y desplegando una propaganda incansable y millonaria por todos los medios del gobierno (medios antes más propiamente “estatales”) y también privados. Los resultados son críticos o negativos tanto en encuestas con criterio técnico como en sondeos permanentes a la opinión pública a través de los medios de comunicación.
La opinión pública contradice cualquier explicación de las autoridades de gobierno. Los resultados de las políticas aplicadas en esta gestión se han hecho sentir lo suficiente como para que la gente común, el ciudadano, defina su posición. No importa quién sea el presidente de YPFB o el Ministro del área, no importa la justificación enrevesada que ensayen, lo que se palpa y se sufre es la escasez de combustible, la falta intempestiva de gasolina y/o de diesel en los surtidores. Y no falta todos los días el “irresponsable” de turno que afirme una y otra vez que el suministro está garantizado, cuando ya falta en uno y otro punto del país. No entra en los cálculos del irresponsable el costo en calidad de vida, adiós “el bien vivir”. El uso del tiempo, no solo es el combustible. Son enfados, ansiedades, angustias.
Empobrecen al país con los cortes de energía, sean previstos o imprevistos. Aunque los apagones estén anunciados igual generan dificultades en actividades domésticas, comerciales e industriales y, en ocasiones, estas dificultades son muy graves. No siempre se puede cumplir un compromiso a destiempo; no siempre los apagones pasan sin dañar equipos; hay algunos que exigen aplicación de técnicas especiales y costosas para reiniciar el funcionamiento. ¿Quién se hace cargo de estos daños económicos? A nivel doméstico la pérdida se disfraza porque está repartida entre miles de ciudadanos. Pero son equipos sencillos y sofisticados dañados, algunos pueden ser reparados, pero su vida media se ha recortado o decae la calidad de su producto. ¿Cuántos no funcionarán más?
El síndrome es de ceguera voluntaria del gobierno. No quieren ver lo que todo el mundo ve, incluyendo a seguidores muy leales. La lista de falencias a la gestión no necesita ser elaborada por los opositores, los terroristas, oligarcas o separatistas, dominios a los que recurre habitualmente el gobierno para descalifica cualquier crítica. Se empecinan en no reconocer falencias, después de haberlas sumando a lo largo de un quinquenio. El panorama es desalentador. La excepción, obvia por otra parte, es la del sector cocalero chapareño y sucursales, ligados a la provisión de materia prima, precursores y logística para el narcotráfico.
En temas de tanta trascendencia un gobierno responsable, prevé contingencias. Chile no tiene gas, a nosotros nos sobra, pero aseguró combustible y energía a sus ciudadanos e industria. Con tiempo implementó plantas de regasificación para tener disponibilidad de LNG de cualquier parte del mundo. Lo mismo hizo Argentina, a pesar de tenerlo abundante, contrato de provisión de largo plazo con Bolivia, pero aún así insuficiente para los planes de su desarrollo industrial. Antes lo hizo Brasil, amenazado por la nacionalización de Evo. Y le fue tan bien con su inversión en investigación de tecnología para exploración y explotación de yacimientos marinos que se ha convertido en un potencial gran exportador a nivel mundial. Todos tratan de asegurar un horizonte esperanzador para sus pueblos, pero, con razón, el Nobel J. Stiglitz se cuida de señalar los ejemplos de Brasil y Chile para manifestar su optimismo sobre el futuro de la economía latinoamericana.
Los irresponsables siguen el ejemplo de Venezuela y Cuba. A vivir de la explotación de materias primas y con suerte de los buenos precios externos. Nada que ver con planificación ni visión interna. Para orgullo del vice García el Estado Plurinacional estatiza cada día más su economía (30%) y seguramente doblaremos planillas en empresas públicas aunque la producción vaya en caída. PDVSA, la gigante petrolera venezolana duplicó en diez años su personal (alcanzó 93.769 el 2010) y produce un millón de barriles menos (40%) y tiene que comprar 36.850 millones de dólares de crudo y productos para cumplir con sus obligaciones contractuales; sin embargo, casi regala 100.000 barriles/día para la subsistencia a Cuba, financia cientos de proyectos políticos dispersos en el mundo sin control (como el Evo cumple) y tiene embargo judicial por miles de millones de dólares en sus cuentas y activos por incumplimiento de contratos y deudas. ¿Y Cuba?, ya se declaró en quiebra y trata de reorientar su economía echando a la calle millón y medio de empleados públicos y autorizando pequeños emprendimientos privados.
En vano el Vice se enfurece contra las ONGs, que llevaron al poder a Evo Morales, y las maltrata como a la “enfermedad infantil del derechismo”, por perseverar en la defensa de los recursos naturales. Como si ellas fueran las responsables del desastre económico actual, de las marchas de los indígenas de oriente y occidente reclamando por su dignidad y sus derechos, del levantamiento de potosinos y alteños (ambos mayoritariamente pobres) por las promesas incumplidas y las agendas en el tacho de la basura. Qué oportuno es recordar la admonición de Marx a los marxistas sobre el “infantilismo de los extremistas”. Llegaron al poder, pero ¿se irán por no saber?
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