Las diversas facetas del poder han sido estudiadas infinidad de veces, en todas las culturas, en todas las épocas y en todos los países. Una de estas facetas la definen ciertos tratadistas como la simulación. El jefe político es, en parte, un actor. Bueno o malo, dependerá del aplauso o de la rechifla del respetable público, del arrastre o del repudio de las masas populares. Los grandes tiranos de la historia que lograron movilizar grandes masas fueron unos actores de primera. Su instrumento de simulación fue excitar los instintos primarios del ser humano. De todas maneras, no todos alcanzaron el éxito y la gloria. Más tarde o más temprano fueron execrados por los que antes los auparon, o por aquellos que fueron descubriendo que había soluciones mejores que las diversas formas de autoritarismo encarnado por el jefe-actor.
En el caso de Bolivia, Don Evo se ganó el aplauso traducido en una mayoría de votos democráticos. Pero, a medida que avanza en su segundo mandato, se está ganando la rechifla en cuanto que se le culpa de la agitación popular que hoy perturba a la nación y que, sin embargo, parecería que hace felices a quienes desgobiernan el país. ¿Será un nuevo placer: el placer del caos?.
Ya lo escribió en su tiempo el británico Bertrand Russel, Premio Nobel de literatura y, al mismo tiempo, filósofo, sociólogo y político pacifista, en su libro, titulado “El Poder”. Ese pensador nos hizo ver que, entre las muchas satisfacciones que proporciona el poder, tales como la fama, el dominio, la riqueza y otros placeres… todavía existe otra satisfacción, especialidad del poder absoluto y de la cual apenas se habla. Aquí está: “el placer de la agitación colectiva es un elemento importante para del poder de los caudillos”.
Sobre esta materia, sabemos mucho. Ahí tenemos la agitación colectiva de los bloqueos de caminos que le cuestan al país muchos millones de dólares y, a fin de cuentas, son una de las causas del atraso y la pobreza en que se debate el país, aparte de las graves molestias que causa a la gente de a pie (nunca mejor dicho). Esta gente está harta, muy harta. Pero el caudillo se permite este placer. Son las “tensiones creativas de la revolución”, el “marxismo étnico”, el “socialismo comunitario”, el “capitalismo andino”, según palabras del vicepresidente García Linera. ¿En qué quedamos; socialismo o capitalismo? No nos queda claro. Sin embargo, estas expresiones ocurrentes aunque sofistas son muy resultonas para un público dócil e indolente, pero de ninguna utilidad para sacar al pueblo boliviano del estancamiento y la desconfianza internacional...
Algo más. La agitación del mar de pasiones más elementales del ser humano, constituye así mismo un instrumento para la conquista del poder. Me explico. Uno de los aguafuertes del genial pintor español, Francisco de Goya y Lucientes, expresa con incisivo sarcasmo el reduccionismo ramplón de mucha gente huérfana de valores más nobles y cuya meta se limita a “Comer, dormir, holgar y pasear”, palabras escritas por el propio Goya al pie de su dibujo. He aquí un programa político extremadamente simple y facilón para que el caudillo que, al mismo tiempo es actor teatral, se lance a la conquista del poder.
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