En lugar de combatir al capitalismo, el Gobierno debería hacerle la competencia. En realidad es una gran mentira que trata de destruirlo o cuando mucho le hace la guerra solo a los factores más benignos de la economía de mercado, como la libre iniciativa, la capacidad emprendedora, la creatividad y otras virtudes que se mueren con el estatismo, el clientelismo y otros “ismos” que gozan de muy buena salud en el “proceso de cambio”.
En lugar de conseguir el éxito en la guerra anticapitalista, el Gobierno boliviano está cayendo en una trampa de la que será imposible salir.
En los hechos, el capitalismo mundial está “chocho” con Bolivia, aunque su máximo líder despotrique todos los días en los foros internacionales. No va a ser el primero ni será el último. En respuesta, los máximos exponentes del establishment capitalista, hablemos de el FMI, el BID, el Banco Mundial, la propia ONU y hasta las calificadoras de riesgo como Fitch Ratings no hacen más que alabar la conducta económica boliviana, que en estricto sensu no se ha modificado desde que el Consenso de Washington les pasó la receta a los países tercermundistas que estaban a punto de convertirse en estados fallidos en los años '80: disciplina fiscal, control de la deuda, estabilidad, intachable política monetaria y salud macroeconómica.
Al capitalismo mundial le suele importar muy poco si Bolivia combate o no la pobreza como debiera, si fortalece su educación o ayuda a los empresarios nacionales a producir más. Lo importante para ellos es que cumpla su papel de buen proveedor de materias primas, especialmente energía y en ese sentido nuestro país es especialmente colaborativo, pues prefiere dejar sin gas a los suyos con tal de vendérselo a los “sucios capitalistas” que mantienen andando sus fábricas y nos inundan con sus productos.
El capitalismo hubiera estado molesto con Bolivia si el gobierno “revolucionario liberador y promotor de la soberanía” se hubiese inclinado por la industrialización del gas, por convertir su energía en capacidad productiva, algo que los capitalistas no suelen mirar con buenos ojos, pues siempre son proclives al monopolio, a comprar mineral barato para vender caras sus máquinas. Y los bolivianos también nos mostramos chochos cuando nuestros líderes nos dicen que estamos industrializando, cuando el realidad estamos ensamblando, haciendo separación de líquidos y gases o instalando fábricas de papel o cartón totalmente improductivas y nada competitivas frente a las grandes industrias capitalistas.
El otro componente que llena de gozo a los capitalistas es el comportamiento de “nuevo rico” que asume Bolivia, comprando aquí y allá cuanta chatarra contemplan los ojos y asumiendo cuantiosos créditos que no se justifican en plena bonanza. Los organismos internacionales le soban el lomo, le inflan el ego y ahí llega en presidente Morales de Nueva York, con otros mil millones de deuda ¿para qué?
Y lo peor de todo es que el capitalista afloja el paraguas cuando está el tiempo soleado y lo suele pedir de vuelta cuando está lloviendo. Y para quienes saben leer los acontecimientos y los diagnósticos que hace la misma Fitch Ratings, que le pasó una nota de aplazo a YPFB, el momento de las tormentas se está acercando.
El capitalismo hubiera estado molesto con Bolivia si el gobierno 'revolucionario liberador y promotor de la soberanía' se hubiese inclinado por la industrialización del gas, por convertir su energía en capacidad productiva, algo que los capitalistas no suelen mirar con buenos ojos, pues siempre son proclives al monopolio, a comprar mineral barato para vender caras sus máquinas. Editorial de El Dia, SC.
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