Todos los bolivianos deberíamos ser conscientes de que la demanda interpuesta por Bolivia contra Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), deberá recorrer un camino muy largo hasta poder vislumbrar si ha tenido el éxito que esperamos, donde somos muy optimistas. Hemos sido testigos en las últimas horas que solo el hecho de que nuestra demanda fuera admitida en la Corte ya ha sido cuestionada por una objeción de competencia planteada por Chile, que no se resolverá tan pronto como hubiéramos deseado, aunque confiamos plenamente en que la razón estará de nuestra parte.
Por tanto, es necesario que en Bolivia nos manejemos serenamente, con cautela, sin estridencias, con la misma seriedad con que se ha llevado el caso hasta el momento. A la CIJ no se la va a presionar con acciones que se aparten de lo que el jurado ha escuchado y oirá en el futuro y de los documentos que ambas partes presenten. Sería recomendable cuidar ese aspecto. No se puede negar de que en Bolivia, como pocas veces antes, se ha constituido un equipo con personalidades nacionales y extranjeras – como lo ha hecho Chile – donde la cuestión política ha dado paso al interés patriótico. Hemos visto a expresidentes y excancilleres que han puesto a disposición del Gobierno su experiencia y formación para sostener la posición boliviana, como no podía ser de otro modo.
Lo importante es transmitir a la CIJ nuestra decepción y reclamo por el hecho de que Chile, a lo largo de más de un siglo, ha ofrecido unas veces y negociado otras, una salida soberana de Bolivia al mar, a una costa que nos fue arrebatada por las armas. Como sabemos – y la Corte lo sabe también – ninguno de los empeños llegó a buen final y Bolivia se frustró con ofrecimientos del vencedor, primero creyendo en su buena fe, y luego, poco a poco, observando cómo todo lo que se había acordado durante un siglo o más, nos era súbitamente negado.
¿Qué camino le quedaba a Bolivia luego del sonado fracaso de la Agenda sin exclusiones que fue el último intento de buscar un arreglo? Ninguno que no fuera recurrir a la justicia internacional con argumentos sólidos, incontrastables. Ese es el camino que está trazado y es el mejor – y único – si es que la opción de un acuerdo de tipo bilateral está negado. Sin poner en riesgo la paz, sin necesidad de peregrinar buscando el apoyo en las naciones vecinas y en los organismos internacionales, se va por la lógica vía del derecho. No tenemos duda de que ahora esa es la ruta aconsejable
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