Como madre y educadora, detesto las láminas en cuestión por considerarlas nocivas a la educación. Son el producto más patético y mercantilista de una educación echada a su suerte; mejor, a la suerte de unos comerciantes que están lucrando con la incapacidad del sistema de hacer mejor las cosas.
Debo agradecer a quien difundió la tristemente célebre lámina escolar que “clasifica” a la madre boliviana según la zona donde dio a luz. La lámina en cuestión me permite abordar un asunto muy delicado que hace a la calidad de la educación de niños y jóvenes inmersos hoy en la cultura del copy paste (copiado y pegado).
Los docentes universitarios pasamos la vida advirtiendo a nuestros estudiantes sobre los riesgos del copy paste que en otros términos significa poco esfuerzo e incluso, plagio. Los tutores de tesis se pasan la vida tratando de enseñar a sus pupilos la manera correcta de citar, referenciar y parafrasear, y los tribunales revisando tesis con ganas de sancionar esas mañas tipificadas como plagio.
¿Por qué será que el docente universitario invierte tanto tiempo en este tipo de cuidados y advertencias? Resulta que nuestros estudiantes son formados en la educación del copy paste . No me refiero únicamente al copiado y pegado que hacen de textos digitales ante la vista y paciencia de sus profesores; sino a la dañina costumbre de acudir a las láminas escolares para realizar “trabajos prácticos y de investigación”. Con razón estamos como estamos, diría cualquier parroquiano.
Es que los escolares, o más bien sus maestros, han hecho de las láminas escolares un recurso didáctico indispensable, el peor desde el punto de vista pedagógico.
En mi época y en la suya amable lector, nos manchábamos los dedos con tinta azul en bibliotecas y hemerotecas; el fichero era objeto de fácil decodificación, el libro artículo querido, el juego de reglas y la cajita de lápices de colores herramientas indispensables. Hoy, estos extraños elementos han sido reemplazados por monografías.com, El rincón del vago, Wikipedia y las penosas láminas escolares, es decir, la educación del copy paste .
Me sorprende el negocio que se ha desarrollado alrededor de este recurso fácil. Ahora mismo tengo una colección de láminas impresionante en casa y les puedo decir que habían sido muchas las empresas dedicadas a la producción de este “material educativo”: contabilizo al menos una docena, ninguna lleva la autorización o aval del Ministerio de Educación, pero claro, todas advierten que su reproducción está prohibida, algo así como la película de cinco pesos cuyo cartelito inicial advierte en letras rojas sanciones a la piratería.
Como madre y educadora, detesto las láminas en cuestión por considerarlas nocivas a la educación. Más allá de los errores de redacción y de “dedo”, y de las serias deficiencias de contenido, los estudiantes ni se molestan en leer el texto (gracias a “Dios”), solo se limitan a cortar, copiar (en el mejor de los casos) y pegar, acciones que no requieren ningún proceso cognitivo que aporte a su aprendizaje, una vergüenza total avalada por un sistema educativo deficiente y lo peor, indiferente.
¿Estos contenidos son revisados y aprobados por quién?, ¿el Magisterio?, ¿el Ministerio de Educación?, ¿la Junta de padres de familia?, ¿es que son una alternativa ante el elevado costo de libros, textos escolares o el mismo Internet? ¿Vamos a disculparnos so pretexto de nuestros limitados recursos económicos? ¿O creemos que por sus llamativos diseños y gran variedad temática estos papelitos realmente son educativos?
Estas láminas son el producto más patético y mercantilista de una educación echada a su suerte; mejor, a la suerte de unos comerciantes que están lucrando con la incapacidad del sistema de hacer mejor las cosas.
Esperamos muchos que el Ministerio del ramo acabe con la educación del copy paste que se inicia a muy temprana edad en esa cosa llamada lámina escolar.
La autora es comunicadora social.
molmitos2014@gmail.com
Elblogdelamolmitos.wordpress.com
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