El martes de carnaval amaneció con nubarrones anunciando agua, que empezó en llovizna menuda luego en lluvia persistente, mientras una que otra salva de cohetillos y el olor a “k’oa” anunciaban conjuros para ahuyentar demonios de que la casita no se inunde, que el motor del autito recién comprado rinda como taxi.
Los bolivianos, pensé, deberían rogar para que el despertar de la ilusión de bonanza económica no termine en porrazo, uniendo nuestra menuda economía a la de América Latina, que ya se da cuenta de la quimera china de precios altos de materias primas y entró en una crisis que terminará sabe Dios cuándo.
Al presente, Bolivia se halla en un partir de aguas. Por un lado, el carnaval oculta caras sombrías bajo lluvias de mixtura o capas de betún, después de parodiar demonios en nieblas de colorido humo, o de soñar con reinas de repetitivo bamboleo en espléndidas carrozas. Por otro, el referendo del 21-F, como han venido a llamar la cita en las urnas de febrero próximo, que repleta plazuelas de comparsas bullangueras que instan a votar.
Que los bolivianos no somos borregos estúpidos será logro notable para restregar a un Presidente que quiere ser eterno. Ya no convencen trueques de baratijas de vidrio por joyas preciosas que serán fundidas para llevar en galeones a Europa, como en el pasado, o caudales ocultos en refugios de dineros mal habidos, como en el presente.
¿Seguirá siendo poderoso afrodisíaco el poder en uno que vestirá de mesero? Ya que no habrá “cholango” charanguero, ¿qué tal si sus preferidas atizan juergas como bailarinas en su restaurante del Chapare? Esto es, si no se escabullen como ratoncitas oportunistas. Yo no me perdería un blanquillo a la parrilla seguido de un show de coristas presidido por las bellas Cotapati, Memesia y Camzapata.
Sin embargo, vuelvo a reiterar que el referendo no es una elección nacional que definirá quién nos gobernará del 2020 al 2025. Si el resultado fuese adverso al megalómano y a sus compinches, recuerden que son peores los coletazos del caimán enfurecido: la saña abusadora será peor hasta 2019. O en los años restantes se preparará un Plan B que permita volver a la silla presidencial el año 2025, quizá con tiempo suficiente para dar un toque aymara al Bicentenario de la República de Bolivia.
Es claro que éste ya no es un país dividido como en los años iniciales de la gran transformación prometida por el mentiroso “proceso de cambio”. No es cosa de odiados cambas autonomistas, por un lado, y centralistas aymara-céntricos disfrazados de autonomistas (como el lobo en disfraz de abuelita), por otro. Hoy el asunto es más turbio. Se tuvo 10 años donde se embutió el “proceso de cambio” quizá para ocultar una década perdida de buenos ingresos para el país, dilapidados en esquemas megalómanos como el Evo Cumple con obras mal construidas; satélites, carreteras y aviones con sobreprecios; y millonarias bolsas de dinero para ayudar a desposeídos indígenas, que escamotearon otras “originarias” de la “reserva moral” boliviana.
Ya no está regionalizada la tensión social en Bolivia. Hoy el país se divide entre los que se sacaron la venda y ven más allá de sus narices, y los que tapan el sol con el dedo populista del mandamás. Como en el carnaval, pasada la farra hay que recoger los vasos rotos y los manteles manchados. Pero el “ch’aqui” de la farra del mal gobierno difiere del carnavalesco. Apuesto que el saldo de las Reservas Internacionales Netas (RIN) en 2025 tendrá menos divisas y más escupitajo negro de coca de mandamases con resaca.
Y así canse documentar mis asertos, confirman mi visión las cifras del Producto Interno Bruto (PIB) de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Brasil, el número uno de los que rodean nuestro país, en 2014 tenía un PIB de más de 2.403 mil millones de dólares: poco menos de cien veces el PIB de Bolivia. Argentina, el número dos, tenía casi 525 mil millones: más de 21 veces el boliviano. Luego viene Chile con 257.861 millones de PIB, más grande que del de Perú y Bolivia juntos: 10 veces y media el de nuestra patria. Sigue nuestro aliado de 1879 con más de 181 mil millones donde el PIB boliviano cabe siete veces. Penúltimo es Paraguay, que con un PIB de casi 25 mil millones supera a Bolivia, que con sus magros 24.475.400 mil dólares de PIB está en una vergonzosa cola de sus vecinos.
¿Dónde está el país que en 20 años llegaría al nivel de Suiza según el genio de las predicciones adulonas, Álvaro García Linera? Suiza tiene un PIB de 701 mil millones de dólares, casi 29 veces el de Bolivia, con una población amontonada en un territorio montañoso casi 69 veces más pequeño. Entonces, ¿qué nos falta? Bueno, de entrada preferimos a los charlatanes de feria que prometen fantasías, a los demagogos populistas que hacen creer en utopías, siendo que el progreso de las naciones se basa en la educación de su pueblo y en un buen gobierno que invierta juiciosamente los dineros públicos, sin robar. Me disculpará Karl Polanyi y su obra “La gran transformación”, pero la marcha progresista del “proceso de cambio” del actual régimen es un gran engaño.
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