Cuando retorne la memoria a los bolivianos – más tarde o más temprano – nos va a ser muy difícil entender qué sucedió a partir del 2006 y más todavía cuando desde febrero del 2010 se instituyó el Estado Comunitario Plurinacional en reemplazo de la República, una utopía que cambia todo para que no cambie nada, como diría el príncipe de Lampedussa. Será como despertar de un sueño absurdo donde trapecistas y acróbatas – y algunos payasos –, nos gobernaban.
¿En el fondo va a morir la República? ¿Está muerta como afirman los actuales gobernantes? Creemos que no, que la República ha entrado en un forzoso receso a raíz del desbarajuste que trajo la última etapa democrática que concluyó con sangre, impotencia e ineptitud, antes que el MAS ganara el poder de manera aplastante y sin atenuantes, dejando perplejos a todos.
Fue tal la victoria del MAS, tal su propia sorpresa, que se dieron cuenta de que hasta podían llevar a Bolivia de vuelta al Kollasuyo, a falta de no saber qué hacer. Los partidos políticos quedaron tan debilitados, sus jefes tan acosados y desorientados, que nunca, ni en la Revolución de 1952, se habían dejado tantos espacios abiertos, sin resistencia, para ser ocupados por los vencedores. Una muestra fue aquel mamotreto mal hecho, plagado de contradicciones y errores ortográficos, que es la actual Constitución. De ahí, del bodrio cuyo preámbulo es de una huachafería increíble, salió la portentosa idea de asesinar a la República y crear esa utopía de Estado que vivimos y que terminará cuando se vayan sus mentores. Entonces acabará la fanfarria y los feriados lambiscones y de culto a la personalidad.
Vivimos en un Estado racista y excluyente, donde se ensalza al indio a niveles de endiosamiento, se quiere borrar del mapa social al mestizo, pero gobierna el cholo. El cholo no es lo mismo que el mestizo por si acaso, sino que prefiere indianizarse por un sentido oportunista. Para darle sabor al plato picante y sabroso de este Estado Plurinacional, se ha optado por lo folklórico, por el baile y la música andina, por sahumerios de humo, coca y sangre en honor a la tierra, que ya habían dejado de existir si existieron alguna vez; y por la creación de nuevas deidades para establecer un paganismo que pueda contrarrestar a la multitudinaria fe católica del pueblo boliviano. Se crearon nuevos símbolos nacionales, donde se incluyó hasta la flor del patujú. Pero, además S.E. se complace, por ejemplo, de que los nuevos policías hayan estudiado, entre otros, el pensamiento de Bartolina Sisa. ¿No es una exageración? ¿Dónde habrá leído S.E. – o dónde habrá encontrado – las reflexiones de tan ilustrada pensadora?
Lo malo del nuevo régimen es que su pasajero poder lo ha llevado hacia tendencias abusivas y totalitarias. Pero admitimos que no es novedoso en la política nacional. La novedad es que en vez de los controles políticos, de los DOP, DIN, y de otros organismos violentos de seguridad del Estado, el MAS ha impuesto la represión judicial que parece menos torpe aunque es ferozmente persecutoria. Ha llegado el tiempo de los fiscales. Vivimos la era de los fiscales. Los fiscales son la guardia pretoriana del sistema. Pero, ¿y cómo es posible esto? Sencillamente porque el Gobierno controla todos los poderes del Estado, incluyendo, como algo básico, el dominio sobre el Órgano Judicial. Jamás antes la magistratura fue elegida en el Congreso de entre personajes previamente seleccionados por un solo partido político.
Lo que vemos hoy es una aberración democrática, que se festeja en estos días con gran algazara folklórica – baile charango, chicha y coca – donde el Estado Plurinacional disfruta de un manejo sin complejos de los órganos ejecutivo, legislativo, judicial y electoral. Lo precedente no sería aceptable en una República democrática donde la independencia de poderes es el eje de su columna vertebral.
Para colmo parece que el gobierno no tuviera una idea de lo que desea hacer, fuera de su fantasioso y retrógrado propósito de volver al incanato. Las propias bases que le dieron el poder absoluto a S.E. están en graves enfrentamientos por controlar ese poder, pero no para hacer gestión, no para aumentar la producción y mejorar los niveles educativos y de salud, sino para apoderarse del botín que ofrece la coca, el narcotráfico, y el contrabando.
Cuando en su momento leamos y analicemos los acontecimientos actuales con una visión retrospectiva, nos daremos cuenta de cuán cerca se estuvo de la desaparición de nuestra patria. Recién ahí se nos pondrán los pelos en punta al ver lo próximos que hemos estado del abismo. Las manos inexpertas y por tanto irresponsables que hoy empujan a Bolivia darán mucho para que las generaciones que vienen sepan cómo no se debe gobernar un país.
Mientras tanto habrá que insistir en el retorno a la República unitaria que, con muchísimos defectos, jamás llegó a poner a Bolivia en la situación de peligro y desesperanza en que se encuentra hoy.
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