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martes, 10 de mayo de 2011
texto del diario Clarin de Bs. As. refiriéndose a la desaparición de Lidia Gueiller que corresponde a la pluma de Alberto Amato. Interesante
Le gustaba contar que, cuando niña, su madre le había prohibido llorar porque “en Bolivia el llanto es una institución con la que hay que terminar”. Ese yunque forjó la vida política de Lidia Gueiler Tejada, la primera y única mujer en gobernar su país, que murió ayer en La Paz a los 89 años.Su breve gestión de gobierno entre noviembre de 1979 y julio de 1980 y en especial su derrocamiento, la ligaron sin quererlo a la Argentina: los generales bolivianos que la barrieron del poder a sangre y fuego, en un golpe con hedor a cocaína, contaron con la colaboración entusiasta de militares y paramilitares de la dictadura argentina , que ensayaba en el exterior los métodos de tortura, asesinato y desaparición de opositores políticos que todavía practicaban en nuestro país. Bolivia fue el ensayo general que se extendería luego a El Salvador y Nicaragua.Lidia Gueiler había nacido en Cochabamba el 28 de agosto de 1921. Debe haber llorado de pequeña, como todos los chicos, pero adquirió una fuerte personalidad: dura en un país donde la mujer casi no participa en política e inquebrantable para defender sus principios elementales: defensa de las instituciones y de la paz, igualdad sexual a la hora de los derechos.Muy joven se unió al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Víctor Paz Estensoro y Hernán Siles Zuazo, responsable de las principales reformas políticas, sociales y económicas en los años 50 y 60, entre ellas la instauración del voto universal, la reforma agraria y la nacionalización de las minas de estaño. Gueiler fue en esos años diplomática y diputada. En 1979 presidía la Cámara de Diputados boliviana, cuando, el 1° de noviembre, un golpe militar derrocó al gobierno interino de Walter Guevara Arce. El golpe fue resistido por la Central Obrera Boliviana (COB) y la resistencia fue aplastada por la policía y el ejército. En uno de esos enfrentamientos, conocido como la Masacre de Todos los Santos, fueron asesinadas más de cien personas; otros treinta figuran como desaparecidas.Pese a la violencia, el golpe liderado por el coronel Alberto Natusch Busch no tuvo éxito: los militares debieron entregar el poder al Congreso que eligió a Gueiler como presidente constitucional interina, hasta las elecciones del 29 de junio de 1980 . Como siempre sucede, el de Natusch Busch era un ensayo general. El frágil gobierno de Gueiler se abrió paso como pudo en la turbulenta realidad boliviana, mientras se gestaba el verdadero golpe militar que iba a liderar el general Luis García Meza y al que el historiador y periodista argentino Gregorio Selser bautizó como “El cuartelazo de los cocadólares”.Una semana antes de aquellas elecciones, un atentado terrorista hizo estallar en vuelo el avión en el que viajaban varios líderes de la izquierdista Unidad Democrática y Popular (UDP), en plena campaña electoral, lo que no impidió el triunfo de Siles Zuazo.El 17 de julio de 1980, antes de la entrega del poder, García Meza y una banda de militares ligados al narcotráfico, derrocaron a Gueiler, tomaron por asalto la Central Obrera Boliviana y asesinaron en su sede a Marcelo Quiroga Santa Cruz, político, escritor y docente universitario enfrentado abiertamente con García Meza. Con él fueron asesinados, entre decenas de personas, Gualberto Vega y Carlos Flores Bedregal, líderes de la COB encargados de llevar adelante un Juicio de Responsabilidad contra el ex dictador Hugo Bánzer. En esos crímenes habrían tomado parte civiles y militares del entonces todopoderoso Batallón 601 de Inteligencia, sede de la Secretaría de Inteligencia del Ejército de la Argentina.Gueiler se retiró luego de la vida política. Fue dirigente de organizaciones femeninas bolivianas y representante de su país en la Comisión Interamericana de Mujeres.
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