Hace seis años, el presidente Morales nos prometió a todos que en poco tiempo más estaríamos viviendo como en Suiza, uno de los países con uno de los mayores índices de bienestar del mundo. A unos días de celebrar el sexto aniversario de su llegada al Palacio Quemado, el primer mandatario les ha pedido a los bolivianos abandonar los lujos y compartir con los pobres. Hace seis años él no tenía en qué movilizarse, hoy tiene un avión de casi 40 millones de dólares. Hace seis años él vestía una chompa a rayas, hoy luce trajes de finísima lana de alpaca importada.
Hace seis años, el vicepresidente García Linera dijo que los socialistas le iban a dar cátedra en el manejo económico a los neoliberales. Hoy, tanto él como todos los miembros del gabinete y el propio Evo Morales, no paran de decir que la economía boliviana está desangrándose por culpa de los subsidios a los combustibles, a lo que debe sumarse también la importación de alimentos que dejaron de producirse dentro del territorio. Hace seis años no había apagones, hoy sí.
Hace seis años Bolivia era la gran promesa de la industria gasífera en América Latina. Todos los países del continente querían una porción de las grandes reservas de nuestro subsuelo. Hoy el presidente no deja de preguntarse “¿qué va a pasar si perdemos los únicos mercados del gas boliviano, Argentina y Brasil?” Hace seis años, la gran bandera del proceso de cambio era “gas para los bolivianos”, pero lo cierto es que no solo peligra el gas de exportación, sino que tampoco alcanza para nuestros propios proyectos, como lo demuestra el triste caso del Mutún.
Hace seis años, los indígenas eran los reyes de este país, eran los privilegiados, los niños mimados, personas a las que se les dotó de un estatus especial, una justicia solo para ellos y curules especiales en el Poder Legislativo. Hoy, los indígenas son “aliados del imperialismo”, avasalladores de campos petroleros, los que se oponen al progreso y que entorpecen la explotación de los recursos naturales. Ellos ahora son opositores y como tales, son perseguidos y apaleados, como todos los otros disidentes que en seis años, han tenido que escapar, refugiarse o callarse.
Hace seis años, en Bolivia existían cerca de 20 mil hectáreas de coca sembradas. Hoy existen más de 32 mil y pese a que el Gobierno insiste en que “coca no es cocaína”, el país ha pasado a ser el principal proveedor de droga de América del Sur, con un potencial de producción del alcaloide seis veces superior al que tenía hace seis años, gracias a las novedosas tecnologías introducidas por mafiosos de los cárteles de Colombia y México que han puesto sus ojos en Bolivia para expandir sus negocios. Ellos seguramente confían en la promesa del Gobierno de que nunca más la DEA volverá a pisar el territorio.
Hace seis años, la gente votó confiada en que, por lo menos, con Evo Morales se iban a acabar los conflictos, los paros y los bloqueos. Un estudio acaba de confirmar que la administración del MAS ha roto todos los récords en materia de conflictos, muchos de ellos estimulados desde el Gobierno, con un saldo de casi 60 muertos en seis años.
Hace seis años, el presidente Morales decía que había llegado al poder para siempre. Hoy apenas tiene un 35 por ciento de aprobación popular, la mitad de lo que tenía cuando empezó y no hace más que rogar que los opositores lo lleven a un revocatorio, como hicieron en el 2008 para salvarlo de una caída.
Hace seis años, el vicepresidente García Linera dijo que los socialistas le iban a dar cátedra en el manejo económico a los neoliberales. Hoy, tanto él como todos los miembros del gabinete y el propio Evo Morales, no paran de decir que la economía boliviana está desangrándose por culpa de los subsidios a los combustibles, a lo que debe sumarse también la importación de alimentos que dejaron de producirse dentro del territorio. Hace seis años no había apagones, hoy sí.
Hace seis años Bolivia era la gran promesa de la industria gasífera en América Latina. Todos los países del continente querían una porción de las grandes reservas de nuestro subsuelo. Hoy el presidente no deja de preguntarse “¿qué va a pasar si perdemos los únicos mercados del gas boliviano, Argentina y Brasil?” Hace seis años, la gran bandera del proceso de cambio era “gas para los bolivianos”, pero lo cierto es que no solo peligra el gas de exportación, sino que tampoco alcanza para nuestros propios proyectos, como lo demuestra el triste caso del Mutún.
Hace seis años, los indígenas eran los reyes de este país, eran los privilegiados, los niños mimados, personas a las que se les dotó de un estatus especial, una justicia solo para ellos y curules especiales en el Poder Legislativo. Hoy, los indígenas son “aliados del imperialismo”, avasalladores de campos petroleros, los que se oponen al progreso y que entorpecen la explotación de los recursos naturales. Ellos ahora son opositores y como tales, son perseguidos y apaleados, como todos los otros disidentes que en seis años, han tenido que escapar, refugiarse o callarse.
Hace seis años, en Bolivia existían cerca de 20 mil hectáreas de coca sembradas. Hoy existen más de 32 mil y pese a que el Gobierno insiste en que “coca no es cocaína”, el país ha pasado a ser el principal proveedor de droga de América del Sur, con un potencial de producción del alcaloide seis veces superior al que tenía hace seis años, gracias a las novedosas tecnologías introducidas por mafiosos de los cárteles de Colombia y México que han puesto sus ojos en Bolivia para expandir sus negocios. Ellos seguramente confían en la promesa del Gobierno de que nunca más la DEA volverá a pisar el territorio.
Hace seis años, la gente votó confiada en que, por lo menos, con Evo Morales se iban a acabar los conflictos, los paros y los bloqueos. Un estudio acaba de confirmar que la administración del MAS ha roto todos los récords en materia de conflictos, muchos de ellos estimulados desde el Gobierno, con un saldo de casi 60 muertos en seis años.
Hace seis años, el presidente Morales decía que había llegado al poder para siempre. Hoy apenas tiene un 35 por ciento de aprobación popular, la mitad de lo que tenía cuando empezó y no hace más que rogar que los opositores lo lleven a un revocatorio, como hicieron en el 2008 para salvarlo de una caída.
Hace seis años, el presidente Morales decía que había llegado al poder para siempre. Hoy apenas tiene un 35 por ciento de aprobación popular, la mitad de lo que tenía cuando empezó y no hace más que rogar que los opositores lo lleven a un revocatorio, como hicieron en el 2008 para salvarlo de una caída.
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