El alquiler de una habitación con todas las comodidades de un hotel de lujo puede costar hasta tres mil dólares por mes en la cárcel de Palmasola. Lo interesante es que hay decenas de esas suites disponibles, además de cientos de otras opciones que van desde los 300 dólares.
El negocio es redondo, pues aunque parezca redundante y con cierto humor negro, los clientes son “cautivos”, la oferta de cuartos no tiene competencia, no hay cómo reclamarle a nadie por las tarifas y lo mejor de todo (o más bien lo peor) es que los ingresos son contantes y sonantes, pues no existe manera de atrasarse en los pagos. Las reglas comerciales dentro de Palmasola funcionan a la perfección y los intereses son altísimos, tanto como la vida.
Un exdirector del régimen penitenciario calcula que son realmente astronómicos los números que giran alrededor de las cárceles bolivianas, que se rigen por el mismo código económico, de ahí que el hacinamiento, que en el caso de Palmasola sobrepasa el 700 por ciento, sea la clave de las ganancias. A mayor demanda, es lógico que suban los precios de los alquileres y los montos de los anticréticos, modalidad más común en la cárcel de San Pedro, de La Paz.
El colmo de la perfección de esta fábrica de billetes es que no tiene costos. La vigilancia la pone la Policía; la comida, el Gobierno central y las facturas de luz y agua, que ascienden a cerca de 700 mil dólares anuales, las costea la Gobernación de Santa Cruz, que a diferencia de las instituciones nacionales que obtienen gran parte de las utilidades, no recibe ni un solo centavo de retorno.
A estas alturas del análisis, el lector entenderá perfectamente por qué nadie quiere cambiar las cosas en las cárceles bolivianas; por qué se archivan los planes para construir prisiones más modernas y funcionales; por qué nadie mueve un dedo para reducir la retardación de justicia, otra mina de oro de jueces, fiscales y policías que cobran muy bien por “hacerles el favor” a los presos de llevarlos a sus audiencias. Pero además, en Palmasola (y todas las cárceles) se cobra por todo: derecho a ingresar una garrafa de gas; permiso para introducir víveres; ticket por visita, uso de celulares, etc, etc.
Todo esto explica las constantes peleas que se generan alrededor del liderazgo de Palmasola, donde los presos disputan a muerte el control, los “impuestos”, las tasas, los derechos y tantos otros aranceles, que obviamente, tienen como destino final los bolsillos de quienes manejan los hilos del sistema, pues de lo contrario ya se habría buscado la manera de ponerle punto final a esta gran vergüenza nacional.
Nuevamente tienen razón quienes piensan que detrás de muchos de los problemas que parecen imposibles de resolver, está el vil negocio, que en este caso, lucra con la vida de miles de familias, con el dolor de seres humanos que están con la dignidad por el suelo, expuestos al peor de los ambientes criminales que no hace más que perfeccionar sus habilidades delictivas que tanta inseguridad provocan en las ciudades.
Todo esto explica las constantes peleas que se generan alrededor del liderazgo de Palmasola, donde los presos disputan a muerte el control, los “impuestos”, las tasas, los derechos y tantos otros aranceles, que obviamente, tienen como destino final los bolsillos de quienes manejan los hilos del sistema.
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