Claudia Abud: Dios la liberó, hoy ella lo sirve

Se refugió en el cigarro, en el alcohol, por el que sufrió vergüenza y humillaciones, y sufría de depresión severa y tomaba ansiolíticos

La historia de Claudia Abud Justiniano, no es la típica historia de una joven que tenía una vida desordenada porque venía de un hogar disfuncional con falta de valores y principios y con muchas necesidades económicas. Todo lo contrario. Nunca le faltó amor de sus padres, le inculcaron valores, le dieron oportunidad de estudiar en un colegio católico prestigioso, luego de formarse como ingeniera de sistemas en una universidad también reconocida y tener el trabajo anhelado y bien remunerado, gracias a su capacidad e inteligencia. Incluso daba conferencias para Microsoft en el hotel Los Tajibos.

Esto le permitía disfrutar de vacaciones en el extranjero y satisfacer todos sus caprichos. Tenía todo lo que una joven soltera anhela y sueña en la vida. Pero cuando parecía que todo estaba bien, Claudia sentía que le faltaba algo. Intentó llenar ese vacío con el cigarrillo, con el alcohol, por el cual confiesa sufrió mucha vergüenza y humillaciones, y diversión con amigos, pero no lo conseguía. Fumaba 21 cigarrillos al día y visitaba al siquiatra una vez por semana, porque le diagnosticaron trastorno depresivo y lo controlaba tomando ansiolíticos. También intentó poner fin a su vida. Pero en 2010 todo cambió.

Era la víspera de Carnaval y una colega de Claudia la invitó a participar en un retiro de Betania. “Como cuando te invitan a un retiro en el trabajo y siempre alguien cae, y le dije: ‘Voy a ir, para que me deje de molestar’”, comenta. Ella tenía planes para viajar a Oruro, así que lo menos que le interesaba era pasar cuatro días orando, cantando y haciendo dinámicas con otros jóvenes.

Llegó el día de la inscripción para ir al retiro y su colega la volvió a presionar y le dijo una frase que Claudia nunca más olvidó:  “Hasta cuándo vas a hacer esperar al Señor”. Para entonces se habían caído sus planes de pasar el Carnaval en Oruro y decidió asistir, porque las palabras de su colega lastimaron su orgullo, ya que se considera una mujer de palabra. Lo hizo fiel a su estilo, vistiendo su polera negra con una calavera en el pecho, porque era ‘metalera’ y fanática de la Heavy Metal, y con varias cajetillas de cigarro. Allá ella sentía que no encajaba, que no entendía nada, que eso no era lo suyo, además estaba molesta porque le decomisaron sus cigarrillos. 

“Mi experiencia con Dios no es que vi una luz y algo pasó”. Fue tal su aburrimiento que decidió abandonar el retiro y amenazó a su amiga que si no la dejaban salir, iba a golpear a uno de los servidores para que la dejen irse, pero ese día algo pasó. Se le fue el aburrimiento y dejó de sentir angustia. Desde ahí todo fue distinto en su vida. Sin embargo, el camino que empezó a recorrer Claudia no fue fácil, dejar el alcohol y el cigarro no fue fácil. Llenaba su espalda de parches de nicotina para lidiar con la abstinencia de dejar de fumar. Fue un proceso muy duro y terrible en el cual tuvo caídas y decepciones, pero siguió adelante. “Le dije al Señor: soy débil y si mi testimonio sirve para cambiar la vida de alguien, entonces quiero hacer lo que me digas”. 

Servidora a tiempo completo
Es la responsable de la comunidad Betania desde 2015. Renunció a su consultoría, empresa que había creado y que era exitosa. Dejó los viajes, dejó el cigarrillo, los ansiolíticos y dejó de sentir depresión. También dejó el alcohol. No toma una copa ni para hacer un brindis. Hoy predica ante miles de fieles y está dedicada cien por ciento al servicio de Dios bajo el lema Levantar generaciones para Cristo. Asegura que el Señor cambió su carácter, su soberbia y su intolerancia. “Me reconcilié con mi historia”, sostiene Claudia, a tiempo de exhortar que en este tiempo de Semana Santa reflexionemos, ya que Dios no vino por los ángeles, sino por los pecadores