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miércoles, 6 de agosto de 2014

teme la autora que esté en proceso de merma el carécter habitual del "ser oriental" y que la sangre se pone de horchata cuando de reaccionar se trata ante tanta agresión del oficialismo.


SANGRE DE HORCHATA


Nos estamos habituando a lo aberrante con una sangre fría digna de un novela ganadora. A los habitantes de la zona occidental de Bolivia, se los ve como abúlicos, resignados, con cierta filosofía fatalista que va acorde al helado aire de la montaña, lo monocromático del altiplano y su inmensa soledad. El oriente, por su clima cálido y su voluptuosa vegetación ha caracterizado a su gente como de sangre caliente, más apasionados, alegres y despreocupados,  pero ambos contestatarios ante los estímulos adversos.

Nos hemos visto obligados a encontrar una nueva personalidad. Descubrimos que hoy tenemos algo nuevo en común, nos hemos vuelto  todos tibios y en algunos casos, gélidos. Es posible que el acceso a la información en tiempo real, por esa vorágine de un país altamente politizado y en permanente angustia, sea la causante de esta alquimia en nuestro torrente sanguíneo.

La profusión de acontecimientos inauditos y hasta hace poco extraordinarios, están entretejiendo en la esencia de un pueblo intrínsecamente sensible, un barniz de dureza e indiferencia ante la crudeza de lo cotidiano.

Hace un par de semanas, cuando moría una mujer con un bebé de siete meses en su vientre por no entregar un monedero con doce bolivianos a su agresor, hubo un amago de indignación reactiva, pero ahí quedó. En la intimidad de nuestra conciencia, ha quedado un eco que -como cientos más- aún no encuentra una vía de expresión.  Es la cotidianidad de los hechos y sus causas lo que está ocasionando que adoptemos una actitud displicente ante la vida y que convirtamos en natural, el que la muerte violenta y delincuencial conviva alrededor de nuestras familias.

Pero cuando a este horror le sumamos los oscuros manejos que se hace a través de apariciones mediáticas  agarrando del cuello al sujeto supuesto asesino confeso, una helada corriente se apodera de la médula espinal. Se ha hecho costumbre que la máxima autoridad encargada de la seguridad interna del país, presente como un trofeo, a uno o más delincuentes que provoque además de aplausos, una falsa pero anhelada sensación, que algo se avanza en términos de seguridad. Lo que se entrevé, nos hace concluir que nos están mintiendo, constante y consistentemente. Desde que al Ministerio de Gobierno accedió otra cabeza, no se había anotado un tanto. Y eso, es algo que no se pueden permitir cuando sus prioridades electorales es vender una imagen que no tienen y necesitan meter goles aunque sea con la mano.

El círculo gobernante, está entrelazando la vida de todos. Mucha figuración, mucho maquillaje. En el escenario del teatro, los ciudadanos de buena fe están en manos de los operadores que  los convierten en marionetas humanas sin capacidad de reacción. Es inadmisible que un grupo de policías, violen y maltraten a una mujer con discapacidad y el que haya sido dentro de las instalaciones de la policía, solo le ponen un ingrediente más de horror al hecho criminal.  Y por supuesto, en esta especie de singular sociedad, un juez ya ha dispuesto medidas sustitutivas. Pero no son solo algunos policías los que tienen el monopolio de conductas aberrantes. Hemos sido testigos que ante la escasa afluencia de jóvenes a los cuarteles para cumplir con el servicio militar obligatorio, miembros de las fuerzas armadas, se dieron a la tarea de pescar jóvenes en las calles con la misma ferocidad de una perrera municipal. Nadie del gobierno, menos los militares, ha reflexionado el por qué, los jóvenes prefieren mantenerse lejos de los cuarteles. Y a modo de réplica,   un soldado denuncia haber sido torturado por sus superiores por la pérdida de un celular. Y es obvio que lo nieguen. Pero en algunas familias se recuerda, que aún hay muertes en instituciones militares sin esclarecer.

Durante la gran cumbre de Evo Morales -el clímax para un inmenso narcisismo- el despliegue de seguridad para aparentar qué tan bien se protege la vida en este país,  ilusionó a la ciudad de Santa Cruz que algo de eso les quedaría para vivir relativamente tranquilos. Los ajustes de cuentas, sicarios de toda laya y variada nacionalidad que están matando con total impunidad,  hace que cada día más la ciudadanía salga de su casa sin ninguna garantía de encontrar su familia completa al atardecer.

Estamos siendo agredidos por una ultrajante propaganda gubernamental. Todo bonanza, todos triunfos y colosales logros -que están por verse- pero de las muertes, de ciudadanos quebrados, de tragedias en las que  vive la familia,  de vidas desperdiciadas y heridos permanentes, no hay quién se haga cargo.

Nada puede hacer por ahora el ciudadano común para ponerle un alto a esta situación que le enrostra su total indefensión. En otro momento, saldría a la calle a manifestar su descontento. Pero los brillantes relatos y la magnificencia del poder casi absoluto, le ha enfriado la sangre. Ojalá quede alguna rendija para reaccionar y  logre defender su inalienable derecho a elegir.

Karen Arauz



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