La dicotomía izquierda – derecha, socialismo – neoliberalismo, no es más que una zancadilla para cerrar el camino que se abre para una tercera posición: El Comunitarismo Cristiano que rompa el mito de dos tendencias extremas: el capitalismo basado en la menguada panacea de la libre empresa que puede encubrir y cobijar la más inhumana explotación, y, el comunismo basado en la mentada igualdad que ha de lograrse por la lucha de clases, que no es más que el socialismo enmohecido en el que las relaciones de poder con el pueblo son personales y arbitrarias, no están regidas por medio de la ley y los tribunales no existen más que para reforzar la autoridad del partido, no para ejercer justicia.
Frente a esta dicotomía, se abre una tercera posición, un nuevo modelo de organización política fundada en el intransigente respeto a la dignidad humana y en la instauración eficaz del Bien Común, que tiene por base el sustento doctrinario del “Humanismo Integral” de Jacques Maritain, el “Personalismo” de Emmanuel Mounier y la “Filosofía de la Liberación” planteada por Enrique Dussel.
En esta concepción humanista que propugnamos, se concibe a la sociedad como un todo orgánico, sometido a un Bien Común que comprende las aspiraciones más profundas de un pueblo en orden a su concreta realización, y abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales todos pueden lograr a plenitud su propia realización como seres humanos.
Según Jacques Maritain – uno de los más importantes representantes del Tomismo y el Personalismo Comunitario – la educación es la vía para la humanización del hombre, y la humanización es el esencial dinamismo que mueve y da sentido a la conducta humana. La persona humana no existe simplemente como ser físico, posee en sí una existencia más rica y más noble: la sobre existencia espiritual propia del conocimiento y del amor. Para Mounier, el centro del pensamiento y acción es la persona humana, fin en sí misma, pero no encerrada individualmente, sino abierta al compromiso solidario con el otro. El personalismo se constituye como lo contrario al colectivismo, donde el sujeto se convierte en número, y como lo contrario al individualismo que nos vuelve incapaces de comunicarnos.
Dussel – uno de los importantes ideólogos del comunitarismo cristiano – propone una salida a la dicotomía dominador – dominado con su “Teoría Analéctica” (en griego, más allá, más lejos, se dice ana) que va más allá, viene desde un nivel más alto que el Método Dialéctico, que no es más que la expansión de la “totalidad”. En cambio, el método analéctico es el pasaje desde el “otro” y para servirle al “otro” creativamente. Lo propio del método analéctico es que es intrínsecamente ético y no meramente teórico; es decir, la aceptación del “otro” como otro significa ya una opción ética, una elección, un compromiso moral.
Esta opción analéctica requiere una nueva praxis liberadora que busque la supresión de la dependencia y la opresión para la construcción de una sociedad más justa y equitativa, superando la dominación cósica y cosificante en una fraternidad humanizante. En esta postura filosófica se trata, en cierto modo, de convertir al dominador que alienado con su obsesión de poder confunde el “ser más” con el “tener más”; y, de reconstruir la alteridad del oprimido que ontológicamente vive en una condición infra humana porque o asume el proyecto del opresor (alienándose cada vez más), o carece de proyecto propio falseando su potencialidad de realización específicamente humana. Ambos, opresor y oprimido, necesitan ser concienciados para organizar una nueva sociedad, recuperando su auténtica dimensión humana en un abrazo comunitario.
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