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miércoles, 23 de noviembre de 2016

el fracaso de "la IIIa. cumbre de comunicación" que el Gobierno quizo aprovechar para sí, muestra que los desaciertos son mayores en su intento de retener el poder por el poder, para siempre jamas. LTD.

A la cada vez más nutrida lista de traspiés que la burocracia gubernamental va acumulando en su desesperado afán de afianzarse en el control monopólico y eterno del poder, se ha sumado durante los últimos días el fracaso de la III Cumbre Continental de Comunicación Indígena.

Profundas divisiones que derivaron en la instalación de una reunión paralela, en la aprobación de una declaración oficial que tuvo que refugiarse en insulsas generalidades para eludir las discrepancias concretas y la difusión de un pronunciamiento de protesta por la intromisión del Gobierno de Bolivia en el encuentro, fueron algunas de las manifestaciones más visibles de la frustración con que dejaron Cochabamba las delegaciones participantes.

No fue por culpa de la “oposición neoliberal” ni del “imperialismo y sus agentes internos” que la reunión de comunicadores tuvo tan mal desenlace. Fue, como lo denunciaron muchos de los participantes, la intromisión gubernamental y el afán de someter a los comunicadores a la condición de serviles repetidores de la propaganda oficialista lo que causó el enojo y la rebeldía de quienes se niegan a degradar su labor comunicacional.

Todo lo anterior da cabal cuenta de una brecha que se amplía entre las élites gobernantes y las bases, y las causas que les dieron origen y fuerza.

A la luz de ésta y otras experiencias similares, lo que corresponde es que quienes tanto confían en la propaganda y la censura sean más autocríticos y culpen menos al imperialismo por sus propios desaciertos.

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