La semana que ha pasado ha sido un período un tanto bochornoso para el MAS, para el Presidente del Estado Plurinacional y para una serie de personalidades del Gobierno, y es que las fotografías de Romer Gutiérrez, el ciudadano boliviano que ha sido detenido en el Brasil por la posesión de casi 100 kg de cocaína, no son poca cosa.
Empecemos por la visión más ingenua que se pueda tener respecto a estas imágenes y tenemos que concluir que, si se trataba de un desconocido que simplemente se acercó al Presidente y a algunos ministros, digamos para tener un recuerdito, tanto la seguridad como protocolo de la presidencia no están haciendo su trabajo. Ni aquí ni en la Cochinchina ni en la Suiza donde el Presidente usa transporte público, debe poder acercarse a este un extraño, porque podría tratarse de un asesino.
Debido a detalles que han ido saliendo a la luz, sabemos sin embargo que el hombre en cuestión no es ajeno a los círculos cercanos al señor Presidente. Gutiérrez es nada menos que el capo máximo de una organización que lleva el nombre de una de las principales figuras del santoral del socialismo del siglo XXI, es hermano de una diputada suplente, en un sistema donde los hermanos y las hermanitas son parte del esquema y es asesor de una concejala del partido de gobierno en el municipio de Santa Cruz.
El Señor Presidente ha salido al frente con un par de argumentos válidos: Los delitos los cometen las personas y mientras estos no sean apañados por la institución que los cobijó, y mientras no haya una interferencia de parte del Gobierno para tratar de encubrir esas actividades, en realidad no habría mucho para armar alboroto.
Lastimosamente, su Excelencia no ha podido evitar echar la culpa a la oposición por el escándalo que se ha suscitado, y los ha acusado de estar haciendo eso para desestabilizar al gobierno. Penoso sería que no se alzaran voces para señalar esta tan irregular situación.
El problema es que nos estamos enfrentando, por un lado, a un caso de entredicho de la imagen del Primer Mandatario. Estas fotografías, que muestran no la cercanía de un cazador de personalidades sino de alguien que llega a colocar la mano sobre el hombro de Evo, dañan la investidura presidencial y son simbólicamente inaceptables. El Presidente no sólo debe tomar medidas para que algo así nunca más suceda, sino que debe disculparse por haber permitido semejante familiaridad con alguien que evidentemente no lo merecía.
Todo empeora debido a una situación totalmente extraordinaria, no conocida en ninguna democracia moderna en parte alguna del mundo. Me refiero a las dobles funciones que ejerce don Evo Morales Ayma, como Presidente Constitucional del Estado y como secretario general de las seis federaciones de sindicatos del trópico cochabambino.
Las fotos de un hombre hallado con 99 kilos de cocaína, junto al “secretario general” de esa federación de sindicatos productores de hojas de coca que no sólo se sabe van a la producción de cocaína, sino que un dirigente de uno de esos sindicatos ha confirmado con un desparpajo inusitado, habrían tenido, en circunstancias normales,  muy desagradables consecuencias para este “secretario general”.
Si el Presidente de Bolivia sintiera un poco de respeto por sus conciudadanos, debería pedir disculpas por haberse puesto en una situación tan delicada y debería renunciar lo antes posible a ese dudoso cargo que nunca debió haber conservado una vez ungido como Primer Mandatario del país.
La historia de Gutiérrez tiene aparte de esta incómoda perspectiva fotográfica  y simbólica, un trasfondo muy serio y que va más allá de las relaciones que el individuo hubiera podido tener con el partido de gobierno, se trata de Bolivia en su conjunto y el narcotráfico. ¿Hasta qué punto está nuestra sociedad contaminada con esa actividad? ¿Cuán podrida está esta manzana?
 A una semana del 6 de agosto, no podemos estar en el ánimo de sentirnos orgullosos.

El autor es operador de turismo.