Carlos Federico Valverde Bravo
“La subvención es un cáncer”, dijo el ministro de Hidrocarburos, asestando un golpe ‘neoliberal’ a las políticas fundamentales del Gobierno de Morales, quien está convencido de que en el asistencialismo están los votos y la posibilidad de quedarse en el Gobierno por los siglos de los siglos, favorecido por el agradecimiento de los sectores ‘asistidos’.
Por otra parte, en esa necesidad de justificar “el combate al cáncer de la subvención”, el vicepresidente (que a veces se las da de ministro) argumentó que se decidió subir el gas para industriales “de $us 1,7 a $us 2,5” y aumentó que “los vecinos siguen pagando 3,7; a pesar de este incremento, una ama de casa sigue pagando más que un industrial”. ¿Dónde está la lógica de la comparación, si con el incremento los industriales siguen pagando menos?
Da la impresión que en el Gobierno el tema pasa por una pelea de amas de casa vs industriales, sin ponerse a pensar que el gas que reciben las fábricas y talleres a precios subvencionados genera plusvalía, da trabajo y vuelve multiplicado a la economía. El incremento le permitirá a YPFB recaudar unos 20 millones de dólares anuales, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿tan mal están las cosas ahí (en la petrolera) que facturar un millón y poco por mes, la va a ‘salvar’?
Parece que atacar las subvenciones a empresarios locales, como hacían Reagan y Thatcher –por poner el ejemplo de dos de las más claras expresiones neoliberales– es una excusa distractiva que tiene por objeto no tener que rendir cuentas por la situación de la economía nacional, que no solo “crece menos” (pierde por varios puntos frente a los mismos meses del pasado año), sino que no da señales de recuperar esos niveles. Aun entendiendo que la globalización de la economía (globalización que afecta y en la que tampoco creía el poder) nos está jugando una mala pasada, hay factores internos que no ayudan, porque el Gobierno no hizo bien su tarea; más bien, la hizo muy mal. Veamos: no certificar reservas es imperdonable; ¿qué futuro le puede esperar a un país que vive, en gran parte, de una empresa de gas y que no puede salir a ofrecer abastecer otros mercados porque no sabe cuánto tiene? Además, y esto no es novedad, la corrupción dentro del Gobierno ha crecido exponencialmente (YPFB parece encabezar en hechos y montos). Y encima abre frentes de peleas que, de mantenerse, amenazan la estabilidad social y política que, aun tensionada, daba sensación de no “dispararse para cualquier lado”.
El tema ahora es saber por qué el Gobierno mismo abre los frentes de conflictos, por qué insiste ahora con la carretera en el Tipnis, por qué no solucionó el conflicto de Achacachi, por qué no intentó solucionar las diferencias con los cocaleros de Yungas, por qué no certificó reservas, por qué no castiga la corrupción propia… y puedo seguir…
Entonces, la pregunta es… ¿esperaba el Gobierno esto, o se le salió de las manos? Si así fuera, ya sabemos el costo político y social para el país.
Fuente: Facebook Carlos Valverde
“La subvención es un cáncer”, dijo el ministro de Hidrocarburos, asestando un golpe ‘neoliberal’ a las políticas fundamentales del Gobierno de Morales, quien está convencido de que en el asistencialismo están los votos y la posibilidad de quedarse en el Gobierno por los siglos de los siglos, favorecido por el agradecimiento de los sectores ‘asistidos’.
Por otra parte, en esa necesidad de justificar “el combate al cáncer de la subvención”, el vicepresidente (que a veces se las da de ministro) argumentó que se decidió subir el gas para industriales “de $us 1,7 a $us 2,5” y aumentó que “los vecinos siguen pagando 3,7; a pesar de este incremento, una ama de casa sigue pagando más que un industrial”. ¿Dónde está la lógica de la comparación, si con el incremento los industriales siguen pagando menos?
Parece que atacar las subvenciones a empresarios locales, como hacían Reagan y Thatcher –por poner el ejemplo de dos de las más claras expresiones neoliberales– es una excusa distractiva que tiene por objeto no tener que rendir cuentas por la situación de la economía nacional, que no solo “crece menos” (pierde por varios puntos frente a los mismos meses del pasado año), sino que no da señales de recuperar esos niveles. Aun entendiendo que la globalización de la economía (globalización que afecta y en la que tampoco creía el poder) nos está jugando una mala pasada, hay factores internos que no ayudan, porque el Gobierno no hizo bien su tarea; más bien, la hizo muy mal. Veamos: no certificar reservas es imperdonable; ¿qué futuro le puede esperar a un país que vive, en gran parte, de una empresa de gas y que no puede salir a ofrecer abastecer otros mercados porque no sabe cuánto tiene? Además, y esto no es novedad, la corrupción dentro del Gobierno ha crecido exponencialmente (YPFB parece encabezar en hechos y montos). Y encima abre frentes de peleas que, de mantenerse, amenazan la estabilidad social y política que, aun tensionada, daba sensación de no “dispararse para cualquier lado”.
Entonces, la pregunta es… ¿esperaba el Gobierno esto, o se le salió de las manos? Si así fuera, ya sabemos el costo político y social para el país.
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