El presidente Evo Morales, con la intuición política que lo caracteriza, ha comenzado a distanciarse de ser presentado única y exclusivamente como dirigente cocalero. Dijo, en entrevista con CNN, que esa condición le dio dimensión de líder agrario, más allá de la coca. Dijo delante de sus bases que conviene remplazar las hurras a la hojita verde por vivas a la piña, símbolo – junto al palmito y a las flores exóticas– de las otras potencialidades exportadoras de Chapare.
Quizá tarde más tiempo su decisión de renunciar a la secretaría sindical de las federaciones cocaleras del trópico cochabambino. En algún momento será necesario marcar la distancia, pues él ya no puede controlar como lo hizo durante años de indiscutido liderazgo. Los desbordes de las bases cocaleras están mancillando las luchas de los años 90, como no logró hacerlo la millonaria campaña estadounidense contra los campesinos bolivianos.
Desde hace meses que suman los escándalos relacionados con aimaras y quechuas, hombres y mujeres, dirigentes y gente del común, enlodando la defensa de la coca con el oscuro negocio del narcotráfico y otros delitos conexos.
¿Cuál será el trasfondo de las denuncias contra Luis Cutipa, que el Poder Ejecutivo aceptó la investigación de sus acciones, cuyos alcances no se limitarán a otro dirigente como Dionisio Núñez (Chapare-Yungas). Cutipa, como las hermanas Terán, fue parte del entorno duro y fiel que ayudó a Morales en sus años más difíciles.
También da qué pensar lo sucedido en Apolo, 24 horas después de la caída de una avioneta boliviana en territorio peruano con una buena cantidad de droga y de la cual no se informó detalles. ¿Quiénes son los cocaleros en el norte paceño? ¿Por qué tantas declaraciones contradictorias al más alto nivel del Ministerio de Gobierno? El ministro Carlos Romero parece no conocer la historia de la coca en Apolobamba, desde épocas coloniales. ¿O sigue tan confundido, como cuando informó sobre uranio en un edificio paceño o sobre un asesino brasileño que resultó no ser tal?
Mientras todo ese torrente se sale de cauce, el logo de la marca país para invitar a los turistas tiene colgada una hojita de coca. En anterior ocasión criticamos aquella decisión, ahora con mayor razón. Las buenas intenciones no funcionan con improvisaciones y con concesiones a modas políticas. La cereza: el gasto insulso del Ministerio de Comunicación en los medios paraestatales mostrando a un indígena centenario porque masca coca. Entonces, ¿para qué alentar programas para consumir leche o quinua?
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