Prorroguismo a como dé lugar
Quien ha jurado defender la Constitución Política del Estado (CPE) y las leyes de la nación es ahora el primero en intentar violarlas. El presidente Evo Morales está erosionando su imagen con actitudes antidemocráticas que distan mucho de la ética de quienes reconocen sus derrotas sin inventarse conspiraciones.
Numerosos comentarios en el exterior se han referido al afán prorroguista del mandatario boliviano pese al resultado adverso del 21 de febrero. Recuérdese además que ese proceso fue iniciado, digitado y preparado por las propias autoridades del partido gobernante, con claro abuso de su mayoría parlamentaria. No obstante tal conjunto de discutibles manejos, el resultado electoral fue claro; nunca hubo ‘empate técnico’ ni resultado ‘mínimo’. La mayoría popular rechazó el intento continuista.
Las elecciones presidenciales peruanas le dieron la victoria en la segunda vuelta al actual presidente del país hermano por un margen de votos porcentualmente menor que el del referendo boliviano. Su rival y ganadora de la primera vuelta, Keiko Fujimori, no abrió la boca. Gallardamente aceptó el resultado. Lo propio ocurrió en el plebiscito colombiano por el acuerdo de paz con las FARC. El resultado le fue adverso al presidente Juan Manuel Santos por ínfima diferencia.
Tampoco objetó, aceptó sin discutir el veredicto. Por el contrario, recordemos acá y ahora esos nerviosos días poscomicios de exagerada demora para entregar resultados, agregando una sospechosa tardanza oficialista para admitir su derrota junto con la verborrea sobre el tal ‘empate’, ‘perdimos por dos’, etc.
Lo manipulado en Bolivia por el MAS desde el veredicto popular del 21 de febrero y lo que se sigue armando está llegando a niveles casi nauseantes.
Se buscan mil pretextos, se pretende estirar a la CPE como si fuera un chicle, se inventan múltiples ‘puertas’, se plantea ahora hasta el extremo de pedir la anulación del referendo. Pero seamos francos: todo puede pasar en Bolivia porque carecemos de auténtica institucionalidad democrática ante una suma del poder público cada día más notoria. Agréguese una ambición desmedida de continuismo político sumada al desprecio por leyes que el Gobierno pretende manipular a como dé lugar.
Resulta aberrante que el jefe del Estado boliviano y sus acólitos (MAS) prosigan con su ilegal intentona de mellar la jurisprudencia nacional e internacional acerca del carácter vinculante e irreversible de un referendo cuyo resultado merece estricto e indiscutido respeto al menos durante un período constitucional completo.
Numerosos comentarios en el exterior se han referido al afán prorroguista del mandatario boliviano pese al resultado adverso del 21 de febrero. Recuérdese además que ese proceso fue iniciado, digitado y preparado por las propias autoridades del partido gobernante, con claro abuso de su mayoría parlamentaria. No obstante tal conjunto de discutibles manejos, el resultado electoral fue claro; nunca hubo ‘empate técnico’ ni resultado ‘mínimo’. La mayoría popular rechazó el intento continuista.
Las elecciones presidenciales peruanas le dieron la victoria en la segunda vuelta al actual presidente del país hermano por un margen de votos porcentualmente menor que el del referendo boliviano. Su rival y ganadora de la primera vuelta, Keiko Fujimori, no abrió la boca. Gallardamente aceptó el resultado. Lo propio ocurrió en el plebiscito colombiano por el acuerdo de paz con las FARC. El resultado le fue adverso al presidente Juan Manuel Santos por ínfima diferencia.
Tampoco objetó, aceptó sin discutir el veredicto. Por el contrario, recordemos acá y ahora esos nerviosos días poscomicios de exagerada demora para entregar resultados, agregando una sospechosa tardanza oficialista para admitir su derrota junto con la verborrea sobre el tal ‘empate’, ‘perdimos por dos’, etc.
Lo manipulado en Bolivia por el MAS desde el veredicto popular del 21 de febrero y lo que se sigue armando está llegando a niveles casi nauseantes.
Se buscan mil pretextos, se pretende estirar a la CPE como si fuera un chicle, se inventan múltiples ‘puertas’, se plantea ahora hasta el extremo de pedir la anulación del referendo. Pero seamos francos: todo puede pasar en Bolivia porque carecemos de auténtica institucionalidad democrática ante una suma del poder público cada día más notoria. Agréguese una ambición desmedida de continuismo político sumada al desprecio por leyes que el Gobierno pretende manipular a como dé lugar.
Resulta aberrante que el jefe del Estado boliviano y sus acólitos (MAS) prosigan con su ilegal intentona de mellar la jurisprudencia nacional e internacional acerca del carácter vinculante e irreversible de un referendo cuyo resultado merece estricto e indiscutido respeto al menos durante un período constitucional completo.
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