Con la muerte de Eduardo Rózsa Flores en el operativo del hotel Las Américas posiblemente se sentenció también a muerte la verdad de ese trágico hecho y de la supuesta organización de una célula terrorista, que sería la responsable del atentado contra el domicilio del cardenal Julio Terrazas. El silenciamiento del controvertido general croata, que retornó el 30 de septiembre de 2008 a su natal Santa Cruz con un misterioso plan, redujo la chance de conocer el propósito verdadero de su misión. En realidad, es probable que nunca se lo pueda precisar. Si el hombre viviera tal vez la verdad estaría más cerca de lo que está ahora. La dificultad de llegar a ella es enorme tras la muerte del actor principal de esta compleja historia y la de otros dos de sus presuntos colaboradores. Por eso es que su testimonio en vida era clave para aclarar el misterio de sus actividades en Bolivia.
Pero ese escenario ideal no existe. Al contrario, la ausencia del protagonista y la manipulación política del asunto complicaron y contaminaron desde el mismo día del operativo del hotel Las Américas la búsqueda de la verdad. Lo peor es que, si no se la encuentra, quedará una deuda histórica con Santa Cruz, la región donde se desarrollaron gran parte de los acontecimientos.
A tres años y dos meses del destape de este complejo caso, las investigaciones oficiales han aportado más confusión que certezas en la búsqueda de la verdad, sobre todo por los cuestionamientos a la calidad e independencia de los procedimientos de la pesquisa. Por eso surgieron hasta tres o cuatro hipótesis sobre el objetivo final de la misión de Rózsa y sobre la identidad de sus impulsores. Estas son versiones en algunos casos diametralmente opuestas. Por ejemplo, está la del fiscal Marcelo Soza, que insiste en acusar al general croata de haber llegado a Santa Cruz para ejecutar un plan de división territorial de Bolivia, mediante un alzamiento armado y con el patrocinio de un grupo de cruceños vinculado supuestamente a La Torre.
Soza no acepta hasta ahora otra verdad y se esfuerza en derrumbar las versiones diferentes a la suya que merecen ser al menos indagadas, siempre y cuando le interese la verdad.
Por el otro lado está la hipótesis de que Rózsa fue contactado por el Gobierno para montar un plan de conspiración contra la élite cruceña, que tuvo algunos miembros que mordieron el anzuelo ingenuamente.
La tercera versión es intermedia y establece que el excombatiente croata fue traído para ejecutar un plan de defensa de Santa Cruz, tras la amenaza de un cerco masista, y que luego los organismos de Inteligencia del Estado se encargaron de infiltrar y desbaratar.
A esta última hipótesis se acerca la información contenida en una inédita investigación de EL DEBER, que recoge por primera vez versiones del entorno íntimo de Rózsa en Hungría.
A un mes del inicio del juicio oral a los acusados, la investigación oficial tiene aún muchas lagunas y cabos sueltos que impiden cerrar la historia como debería ser. La obligación del fiscal Marcelo Soza es indagar todo, de manera profesional e independiente. Si no, su verdad siempre será una verdad a medias, peligrosa y perjudicialmente sospechosa.
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