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lunes, 4 de marzo de 2013

Harold Olmos se refiere a la credibilidad del Estado, del Jefe del Estado, de la Sociedad. Evo en su ignorancia pretende desconocer la palabra empeñada, de modo que "los testigos que los hay" dirán lo suyo y el hombre quedará como lo que es "un mentiroso" (título nuestro)


Los interesados tal vez no admiten que lo que se está jugando al querer postular nuevamente al presidente Evo Morales en las elecciones de 2014 es el valor de la palabra empeñada y la credibilidad de los documentos firmados. Este debate solo puede acentuarse, pues parece evidente que una de las condiciones para dar paso a la aprobación de la Constitución fue que el periodo entonces en curso iba a ser contabilizado como un periodo entero y que, por tanto, no habría una nueva relección. Imágenes que recuerdan al país el debate de hace cuatro años muestran al presidente asegurando que no candidatearía más. De acuerdo con lo dicho estos días, ese compromiso tiene testigos de instituciones internacionales. Es legítimo preguntarse si de no haber existido la controversia y el subsiguiente compromiso, la disposición constitucional transitoria habría tenido razón alguna de existir.
El problema es que, en regímenes inclinados por la autocracia o conducidos por caudillos, los gobiernos no tienen recambio para la cabeza. Los caudillos se vuelven irremplazables. Que lo digan los venezolanos, que no encuentran cómo resolver el ocaso de su líder y tratan de mantener la apariencia de que todo está normal.
“En Bolivia siguen a Machiavello devotamente”, me dijo un amigo político y me citó una frase del célebre genio florentino: “Un señor que actúe con prudencia no puede ni debe observar la palabra dada cuando vea que va a volverse en su contra y que ya no existen las razones que motivaron su promesa” (Editorial El Ateneo, 2006, pág. 34). Comenté que es el tipo de pensamientos que ha coronado el cinismo de algunas clases políticas y que, sin embargo, no impidió que acabaran desplazadas por su pueblo.
En verdad, no es políticamente saludable ver a los líderes retorciendo argumentos para tratar de demostrar que las leyes autorizan una nueva relección. Quienes quieren imponer esta tesis deben estar conscientes del riesgo de que no se les vuelva a creer en cualquier otra discusión y que se pierda mucho de lo que lograron construir y se había tratado de preservar. El peligro es que, cuando el destino cambie los términos de la ecuación, se plantee un juego arbitrado desde la cancha rival con las mismas reglas. Eso lo sintió el MNR en 1964 y el propio líder movimientista Víctor Paz Estenssoro, al que se le atribuye haber dicho que su relección aquel año catapultó su caída y las desventuras de su partido

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