No pudieron los seis días de asueto decretados por el presidente Nicolás Maduro. Venezuela sigue enfurecida por la crisis económica y política no resuelta desde comienzos del mes de febrero. La comunidad internacional espera una acción contundente que evite la violencia, que ya causó 19 muertos y una sociedad dolida por la confrontación y la falta de gobernabilidad.
De hecho, ya se ha desatado una crisis diplomática de proporciones al decidir, Maduro, el rompimiento de relaciones diplomáticas con Panamá, país que había solicitado el tratamiento del caso venezolano en el seno de la OEA. Tal es la debilidad creciente del mandatario venezolano que ya los países de la región le están dando la espalda, salvo por sus aliados tradicionales encabezados por el presidente boliviano Evo Morales y el cubano Raúl Castro. Diversas personalidades, entre ellas varios exmandatarios de la región y organizaciones de derechos humanos reclaman una investigación independiente sobre la brutal represión de que fueron objeto las movilizaciones estudiantiles.
Inflación, inseguridad, escasez son los problemas de fondo de la crisis venezolana. Pero lo más grave es la ceguera con la que el Gobierno está tratando el descontento social y las protestas. Si bien hay sectores radicales que buscan forzar el cambio de autoridades, lo cierto es que las autoridades han decidido ir por la vía de la represión estatal y el encierro político. Pero los efectos no solo se quedan en el plano diplomático. El periodista ecuatoriano Emilio Palacio lo advirtió durante una entrevista con este medio. Rafael Correa perdió las elecciones municipales del domingo 23 de febrero, entre otros factores, por el denominado ‘efecto Venezuela’. Es decir, el sufragio que muestra que la gente no quiere la polarización que lleve a la violencia, la represión y el autoritarismo como en el caso venezolano.
Palacio asegura que es un voto de advertencia en el sentido de poner límites a un mandatario que apunta a eternizarse en el poder por todos los medios imaginables y que no tiene reparos en atropellar a cualquier expresión de disidencia. Las derrotas en Quito, Guayaquil, Cuenca y otras ciudades ecuatorianas muestran este ‘efecto Venezuela’.
Las protestas en Venezuela y el voto opositor en Ecuador muestran que, en América Latina, tenemos una democracia activa que no está dispuesta a soportar las tendencias autoritarias y que reclama soluciones concretas a los problemas de fondo que aún enfrentan nuestros países
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