Venezuela ya no puede más, un “colombiano” está terminando de destruir a un gran país. Es el socialismo del siglo XXI que muere lentamente. Es la ineptitud de sus propulsores que ya no tienen cómo esconder el desastre político, social y económico en el que su modelo de gobierno ha sumido a esta nación y la única forma de detener las protestas es llegar a niveles de represión cubanos para mantenerse en el poder
No se espera que esta situación encuentre una salida democrática, por la sencilla razón de que Venezuela ya no es una democracia. Al igual que en Bolivia, el chavismo logró reformas que le permite el control del Poder Judicial, del Parlamento, de la Contraloría, de las FFAA, del Ministerio Publico, del Tribunal Electoral, entre otros; así, el hiperpresidencialismo se hace invulnerable. El malabarismo es posible gracias a la combinación de hipnosis colectiva, la distribución gratuita de rentas y una prensa acorralada. Pero el régimen cada vez más fanático, se encierra en su propio laberinto: la industria petrolera estatal está prácticamente arruinada, redujo su producción a menos de la mitad desde que el chavismo llegó al poder y su inflación es la más alta de América Latina. En el terreno económico y el de seguridad todo es un descalabro; allí todo escasea, todo huele a “podrido”
¿Por qué fracasó el socialismo del siglo XXI? Pues por la misma razón por la que fracasó el socialismo del siglo XX: cuando en nombre de la igualdad un régimen atropella las libertades civiles y económicas de los individuos, la sociedad inevitablemente se atemoriza y se estanca. Lo paradójico es que algunos gobiernos supuestamente democráticos de la región en lugar de criticar los comportamientos autoritarios en Venezuela, no lo hacen porque están identificados con los mismos procedimientos intentando perpetuarse de manera indefinida apelando a gobiernos despóticos. Y, la OEA los tolera, así pierde legitimidad y traiciona la razón de su existencia. La comedia denominada CELAC que declara buscar la defensa de la democracia, de los derechos humanos, de la libertad de expresión y de la integración económica, admite como miembro a Cuba y le entrega su presidencia a Castro, no tiene problemas en reconocerlo como un interlocutor “democrático” válido solo para indisponer a los gringos. Es la hipocresía política a granel. Pero el ilusionismo ideológico tiene límites. Venezuela ya ha colapsado, Nicolás Maduro sobra, hasta obstaculiza, la explosión social de violencia entre los fabricadores del mito y los agobiados por el mito ya no puede ser detenida. Todos saben cómo comenzó el conflicto, pero nadie cómo terminará.
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