El actual ambiente político tiene como escenario el referéndum del 21 de febrero de 2016, en el que se llevará adelante la consulta ciudadana para realizar la primera reforma a la Constitución Política del Estado Plurinacional. La fugaz campaña política iniciada por el oficialismo y la oposición consiste en convencer al elector a votar por el “Sí” o por el “No”. Lo primordial para el Movimiento Al Socialismo (MAS) es asegurar la permanencia del binomio Evo Morales y Álvaro García Linera en el poder.
El ascenso de Evo Morales al Gobierno (2006) representó el retorno de la izquierda boliviana al palacio de gobierno. El nacionalismo del siglo XXI armonizó exitosamente la temática indígena cargada de ribetes postmodernistas. El accionar político del MAS consiguió revalorizar mártires indígenas y enaltecer la cultura aimara. Esta “década de oro” como la llamó el vicepresidente Álvaro García Linera, se traduce con el llamado proceso de cambio, proceso que reproduce continuidades “colonialistas” atribuidas al período neoliberal.
En el ámbito jurídico se acentuó la crisis del Órgano Judicial. Curiosamente la “justicia” actúa de manera eficiente para algunos casos ligados al partido oficialista. El Poder Ejecutivo utilizó de manera instrumental la administración de justicia para reducir a la oposición contraria al proceso de cambio. Por otro lado, la vida cotidiana de los litigantes circunstanciales se mantiene incólume en los tribunales de justicia. El litigante tiene que lidiar con los códigos informales (costumbres, valores, usos sociales), poniendo en segundo plano los códigos formales (derecho vigente) que es la base de un Estado de Derecho.
Los querellantes que logren combinar exitosamente ambos códigos de orientación, tendrán la posibilidad de anhelar la preciada “justicia”.
La corrupción fue el túnel sombrío que acompañó el llamado proceso de cambio. La alta dirigencia de las organizaciones sociales, oficiales del ejército, la Policía, partidarios del gobierno, cayeron en actos flagrantes de corrupción. La “moral indígena” se fue difuminando desde el primer Gobierno de Evo Morales. La venta de avales, el favoritismo, el compadrerío, el nepotismo, de parte de altos dirigentes del MAS fue la práctica usual para beneficiar a sus “fieles” militantes para obtener un preciado cargo en la administración pública; El escándalo del presidente de YPFB y hombre fuerte del MAS, Santos Ramírez, pasó al banquillo de acusados por irregularidades en los contratos con Catler Uniservice (hoy Ramírez se pasea por los pasillos de los tribunales de justicia patrocinando a internos del penal de San Pedro). El caso del norteamericano Jacob Ostreicher, donde se destapó la red de extorsión en la que fueron implicados funcionarios del Ministerio de Gobierno y Ministerio de la Presidencia. El narcotráfico sedujo a jefes policiales y militares; el sonado caso del Fondo Indígena donde los involucrados son altos dirigentes indígenas, entre otros. Estos ejemplos mencionados nos reflejan la debilidad estatal, la parcialidad de la justicia y la pasividad de los partidarios izquierdistas y el sector indígena ante las continuidades “colonialistas” en el campo jurídico-político.
El discurso etnopopulista cada vez va perdiendo relevancia en el campo político. El MAS al no tener antagonismo político empieza a desmoronarse en su propio castillo de arena. El ciudadano que votó con el corazón en cada elección por Evo Morales se encuentra en un dilema ideológico, por un lado, seguir apoyando al proceso de cambio donde nada cambia, por otro lado, no tener una alternativa visible a la jefatura de Evo Morales.el columnista A.Zárate
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