A poco más de un mes del referéndum del 21 de febrero, la encuesta nacional de Equipos Mori, encargada por EL DEBER, revela un escenario previsiblemente indefinido frente a la consulta en la que se decidirá sobre la reforma de la Constitución Política del Estado para habilitar al presidente Evo Morales a una nueva reelección en 2019. Es tan estrecho el margen por el que el Sí se ha colocado adelante (41%) frente al No (37%) y tan considerable el número de indecisos que nadie se atrevería hoy a pronosticar el final de esta contienda histórica para el futuro de nuestra democracia.
Con un margen de error del 2,3%, la ventaja de cuatro puntos porcentuales se transforma en absolutamente relativa. Más del 20% de los consultados expresó reserva, está indeciso o no sabe qué rumbo tomar ese día. Esto quiere decir que puede producirse un voto oculto inesperado y muy difícil de escrutar a través de una consulta de más de 1.800 personas en todo el país. Llama la atención el virtual empate en Santa Cruz, donde un 36% favorecería la reforma constitucional, mientras que un 35% la rechaza. Aquí también, más del 20% no quiso o no supo expresar su preferencia.
Tarija, Chuquisaca y Pando aparecen como los distritos más reticentes a la iniciativa prorroguista de Morales que, en caso de concretarse, permitirá al mandatario postularse nuevamente al final de este mandato y, de ser electo, quedarse en el poder hasta 2025. Si se toma en cuenta su ingreso en el Palacio Quemado en enero de 2006, Morales podría permanecer en el poder durante 19 años, un dato que minaría gravemente el principio de la alternancia, fundamento de cualquier democracia moderna. En Potosí y Cochabamba, el Sí también se impone por márgenes estrechos, mientras que Oruro, Beni y La Paz aparecen con un voto favorable con 10 o más puntos.
El voto pragmático vinculado al buen desempeño de la economía en los últimos años (con un previsible declive ahora por el bajón global) y la falta de claridad en la oposición para levantar la bandera del No, favorecen al oficialismo. Pero una parte considerable de la población parece también preocuparle que un mismo frente político gobierne tanto tiempo y mucho peor cuando en el horizonte han aparecido señales inobjetables de corrupción, descalabro en la administración de la justicia y falta de empleos productivos de largo plazo para la mayoría de los bolivianos. El final está abierto. El futuro político de Evo Morales está en juego, el de un tipo de calidad de la democracia, también.
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