Una gestión gubernamental que pretenda llevar al país por derroteros ambiciosos requiere no solo de un plan de desarrollo, sino de los recursos económicos suficientes para alcanzar los objetivos planteados, sin olvidar la importancia de contar con los recursos humanos para la ejecución de las actividades y el imprescindible monitoreo, control, seguimiento y evaluación del proceso. En plena campaña por el referendo constitucional y dentro de un contexto económico internacional adverso, la presentación del Plan de Desarrollo Económico y Social para los próximos cinco años por parte del gobierno, impresiona más como una estrategia electoral que una planificación nacional.
La oposición ha puesto en duda que se alcancen los objetivos trazados en el Plan de Desarrollo Económico y Social presentado por el gobierno. Entre sus objeciones se citan, por una parte, que la debacle de los precios del petróleo tendría que afectar por fuerza el rumbo de la economía nacional ante la evidente disminución de recursos, mientras que por otra parte se considera que la falta de consenso con las regiones puede dificultar su cumplimiento. El gobierno, por su lado, ha señalado que el sesenta por ciento de los recursos que requiere el Plan de Desarrollo está garantizado y el resto se asegurará con recursos internos propios, de manera que alcanzará las metas previstas.
Resulta bueno para el país que el gobierno cuente con un Plan de Desarrollo. Lo lamentable sería que no existiera ninguno. Sin embargo, la postura de la oposición resulta comprensible y se justifica si se asume que la inusual baja de los precios del petróleo ha hecho tambalear la economía de los países productores, colocando en serio riesgo el crecimiento económico de los mismos, incluyendo al nuestro. Poner en duda la fuente de los recursos ha exigido -es lo menos que se esperaba- una respuesta esclarecedora de parte del oficialismo. Pese a todo, todavía existen interrogantes sin respuesta, como es el reclamo del consenso con las regiones y la inversión por áreas.
Puede resultar tranquilizador el hecho que se responda que el Plan de Desarrollo cuenta con recursos económicos suficientes, incluso dentro de los propósitos políticos, por lo que un “autoengaño” derivaría en efectos catastróficos para la economía nacional y en lamentable fracaso para los objetivos sociales. El propio presidente Morales ha señalado que un 55% de los recursos provendrán de fuentes internas, el 39% de fuentes externas y el restante 6% de las alcaldías y gobiernos departamentales. Dicho de otra manera, ha comprometido su palabra en sentido que el Plan de Desarrollo Económico Social alcanzará sus metas en los plazos previstos. Si así fuera, bienvenidos aquellos logros.
No obstante, se hace preciso que de las palabras se pasen a los hechos. Habrá que insistir en la necesidad del consenso para prevenir malentendidos y suspicacias y así allanar el camino hacia los objetivos. Por otra parte, se espera que la inversión privada se concrete en la medida previsible, una vez que la inversión pública la supera, como no ha sucedido antes. Quizás este desafío a la empresa privada requiera del cumplimiento de las promesas de seguridad jurídica e incentivos. Además, habrá que ver si se cumplen las inversiones en áreas claves áreas como hidrocarburos, energía, minería, carreteras, aeropuertos y hospitales. En fin, toda una promesa que se espera llegue a buen término.
La oposición ha puesto en duda que se alcancen los objetivos trazados en el Plan de Desarrollo Económico y Social presentado por el gobierno. Entre sus objeciones se citan, por una parte, que la debacle de los precios del petróleo tendría que afectar por fuerza el rumbo de la economía nacional ante la evidente disminución de recursos, mientras que por otra parte se considera que la falta de consenso con las regiones puede dificultar su cumplimiento. El gobierno, por su lado, ha señalado que el sesenta por ciento de los recursos que requiere el Plan de Desarrollo está garantizado y el resto se asegurará con recursos internos propios, de manera que alcanzará las metas previstas.
Resulta bueno para el país que el gobierno cuente con un Plan de Desarrollo. Lo lamentable sería que no existiera ninguno. Sin embargo, la postura de la oposición resulta comprensible y se justifica si se asume que la inusual baja de los precios del petróleo ha hecho tambalear la economía de los países productores, colocando en serio riesgo el crecimiento económico de los mismos, incluyendo al nuestro. Poner en duda la fuente de los recursos ha exigido -es lo menos que se esperaba- una respuesta esclarecedora de parte del oficialismo. Pese a todo, todavía existen interrogantes sin respuesta, como es el reclamo del consenso con las regiones y la inversión por áreas.
Puede resultar tranquilizador el hecho que se responda que el Plan de Desarrollo cuenta con recursos económicos suficientes, incluso dentro de los propósitos políticos, por lo que un “autoengaño” derivaría en efectos catastróficos para la economía nacional y en lamentable fracaso para los objetivos sociales. El propio presidente Morales ha señalado que un 55% de los recursos provendrán de fuentes internas, el 39% de fuentes externas y el restante 6% de las alcaldías y gobiernos departamentales. Dicho de otra manera, ha comprometido su palabra en sentido que el Plan de Desarrollo Económico Social alcanzará sus metas en los plazos previstos. Si así fuera, bienvenidos aquellos logros.
No obstante, se hace preciso que de las palabras se pasen a los hechos. Habrá que insistir en la necesidad del consenso para prevenir malentendidos y suspicacias y así allanar el camino hacia los objetivos. Por otra parte, se espera que la inversión privada se concrete en la medida previsible, una vez que la inversión pública la supera, como no ha sucedido antes. Quizás este desafío a la empresa privada requiera del cumplimiento de las promesas de seguridad jurídica e incentivos. Además, habrá que ver si se cumplen las inversiones en áreas claves áreas como hidrocarburos, energía, minería, carreteras, aeropuertos y hospitales. En fin, toda una promesa que se espera llegue a buen término.
Habrá que ver si se cumplen las inversiones en áreas claves áreas como hidrocarburos, energía, minería, carreteras, aeropuertos y hospitales. En fin, toda una atractiva promesa que se espera llegue a buen término
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