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viernes, 3 de febrero de 2017

Lupe Cajías no es la única columnista que extraña la vocación autonómica de las agrupaciones indígeno originarias, han pasado 11 años y no aparecen como resultado de un infructuoso debate de inclusión. sus observaciones patéticas no provocan confusión, sino pena.

Un precandidato al Comité Cívico Cruceño (que parece que ya no terciará para presidirlo) decía al iniciar el año que la sociedad cruceña está amordazada y daba ejemplos para sustentar su afirmación. Afirmación que motivó mi reflexión porque tiene asidero en la realidad, la sociedad está acallada, la sociedad boliviana.

Llama la atención el silencio de todos aquellos que luchaban por un proceso profundo de autonomías regionales después de los tres lustros de municipalización desde la Ley de Participación Popular (que implementó justamente un camba) y que proponían que la descentralización administrativa era insuficiente. Eran grupos incluso vociferantes, hace 18 años. Hablaron de una Agenda de Enero, pero, ¿qué opinan ahora después de 11 años del proceso de cambio, de siete años de la aprobación de la Constitución, de tres años de debates inconclusos sobre el Pacto fiscal?

Ni una queja ante el nuevo gabinete que es tan andino centralista como los asambleístas que crearon la República, además de ser como en 1825 más abogados (doctorcitos) que industriales. ¿Dónde quedaron los sectores progresistas de la Media Luna? No hay ningún beniano, ningún pandino, pese a las dificultades de sus departamentos que al parecer seguirán como el “hermosoooo futuroooo”.

No hay representantes de los empresarios agrícolas que se supone son el gremio más pujante del país. Parecen resignados a aguantar un régimen que aprueba medidas pero no políticas de desarrollo sustentable y competitivo, como hace ya 20 años delinearon personajes como José Guillermo Justiniano.
Es más. Aguantan sin decir nada cuando nombran como ministro del sector a un maestro de matemáticas que hace 10 años torturó y degolló perros en un acto cuasi vudú para que mueran violentamente los prefectos del oriente y del norte de la patria. Él es más condenado por los defensores de animales que por las víctimas simbolizadas.

Una persona que es rechazada en su propio pueblo; él mismo admitía hace poco que lo conocen como alcalde mataperros. ¿Qué hará para mejorar las producciones y exportaciones agrícolas bolivianas?

No hay en el gabinete tampoco aquellos cambas de más de 30 nacionalidades de tierras bajas que marcharon hace 30 años y que lucharon durante décadas por una Asamblea Constituyente; ni los afros. Sus organizaciones han sido ahogadas entre la persecución y el billete. Las famosas mujeres del combate volvieron al anonimato.

Ese dato le faltó a la evaluación presidencial. Igual que en 1826, los que batallaron en las bases están fuera del poder político, económico y cultural.

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