Las
élites “chupatetillas”
Susana
Seleme Antelo
En cualesquiera de sus usos, ya sea en filosofía, en Derecho, psicología, política, o lingüística, una persona es un ser racional, con identidad propia, que remite al hombre o a la mujer capaces de responsabilizarse de sí mismo en una sociedad organizada. Personalidad, en cambio, es el concepto que establece las diferencias entre una persona y otra. Cada cual tiene su propia personalidad, definida como un diverso conjunto de aspectos que hacen al temperamento, carácter, rasgos, conductas, entre otras características. De ahí que el culto que se le rinde a alguien no es a la personalidad sino a la persona.
El culto a Evo
Morales Ayma, no es a las diferentes señales buenas o malas de su personalidad, es a su persona. Ese
culto se ha construido sobre la base de relaciones sociales
jerárquicas, que imponen una dominación real y simbólica en detrimento de “otros”, que
rechazamos su discurso, sus acciones políticas, sus imposturas y su
endiosamiento insultante, como repetir que es políticamente ‘insustituible’. En
el materialismo histórico, del que algunas personas del régimen se dicen
tributarios, no
existen los
insustituibles, en virtud a la dialéctica que es cambio y contradicción permanentes.
El culto a la
persona de Evo Morales, tras 11 años
de “prensa y propaganda” millonaria, se ha convertido en un ‘habitus’, como
diría Pierre Bourdieu. Es decir, una costumbre anclada en el proceso de reproducción
del orden sociopolítico imperante: el llamado proceso de cambio, que ya
olvidó al agónico socialismo del siglo XXI. Se trata de un ‘habitus’ aceptado
y estimulado por el propio Morales. De
ahí que el ‘Vice’, sus ministros funcionarios,
militantes y la nutrida clientela política adicta a la prebenda oficialista,
se han convertido en expertos
aduladores, zalameros, marrulleros,
tiralevitas, lavacara y “chupatetillas”.
Este último término
no existe en el diccionario de la Real Academia Española. Pero podría
considerarse una contribución que devela los entresijos de la política en la
Bolivia de Morales. En los
hechos, el sustantivo adjetivado “chupatetillas”
descubre el hasta ahora velo impenetrable
del mito del ‘proceso de cambio’ y de su líder. ¿Se habrá dado cuenta
de su aporte? Ha develado las verdaderas relaciones sociales jerárquicas de la acción política,
que sustituye la verdad por las apariencias, merced a la repetición interminable
de estereotipos para arraigar
el culto a la persona de Morales. Ese culto parte
de mitos ideológicos construidos por élites que disponen del poder político, económico
y cultural para conservar formas abiertas o solapadas de apropiación de las
riquezas que se generan en el país –vía la corrupción- y de la conciencia de
la sociedad. Lo han hecho a través de mitos cuidadosamente cultivados
para consolidar la dominación política que les permite transformar a las y
los ciudadanos en personas acríticas, mal informadas y manipulables, con o sin violencia explícita.
El museo de Orinoca, un pueblo de 600 habitantes en el Altiplano, donde nació Morales
es un buen ejemplo. Lleva un nombre altisonante que nada
aporta a la cultura pluri y multi de Bolivia, definida así muchos años antes
de que él asumiera su primer mandato en 2006. Ese museo que costó de más de Bs.
50 millones -7 millones de dólares- luce una estatua de Morales en tamaño natural,
como las de Stalin, Sadam Husein y compañía.
Otro signo del culto a su persona y otro sopapo a la ciudadanía que clama
por ítems para salud y educación de
calidad en contenido e infraestructura,
sin olvidar la escasez de agua, en la ciudad de La Paz y otras.
Los “chupatetillas” que decoraron el museo, a falta de obras de arte, instalaron
una sala con camisetas con las que Morales jugó partidos de futbol siendo
presidente. ¿Estará aquella con la hizo gala de su personalidad colérica y
vengativa, al punto de asestarle un rodillazo en los genitales a otro
jugador? No conoce el sentido del ‘juego limpio’, ni en el deporte, ni en la
política, ni en las relaciones personales.
Tampoco le interesa practicarlo. De ahí que él y sus ‘chupatetillas’
insisten en desconocer el voto popular que el 21 de febrero de 2016, en histórico
Referéndum, Bolivia dijo NO a su re-re-reeleción en 2019. Sería la cuarta,
violando otra vez el artículo 168 de la Constitución que permite solo una
reelección.
Ese NO
fue la más contundente respuesta a sus intención de quedase en el poder “para
toda la vida” y apropiarse de la conciencia social de Bolivia y de sus aspiraciones
democráticas. Ese NO fue mucho mayor al 51 % que nos adjudicaron. Fue la respuesta al uso y abuso del poder
que carga con muertos, presos, exilados políticos y violación al Estado
Democrático de Derecho.
Podrán desgañitarse vociferando de que aquel NO
fue
producto de la mentira. Pero, lo concreto
es que Gabriela Zapata existe y que está presa; que la empresa china CAMCE y sus jugosos contratos son reales, lo mismo
que el “vicioso” modelo de gestión pública, como califica la Fundación Pazos
Kanki la corrupción en el Fondo Indígena, vicio ya enraizado en todo el aparato
del “proceso de cambio”.
En el primer aniversario del 21 F saldremos a festejar aquel NO. Estamos convocados por
las plataformas
ciudadanas que lo hicieron posible. Saldremos
comprometidos con Bolivia, con la democracia y las libertades
políticas, sin dejarnos provocar por los/las “chupatetillas” y los demás que
rinden culto a la persona del tirano Morales.
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