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miércoles, 11 de junio de 2014

en esta sección publicaremos todo el material sobre "la cumbre", este primer artículo de Waldo Torres titula justamente "la cumbre desgastada" que hoy originó en SC una protesta general por el camio de nombre a dos de los salones de FEXPO. Sirionó y Chiquitano por Illimani y Titicaca.

Bolivia tenía la oportunidad de posesionar uno o dos temas trascendentes en la cumbre G77, pero primó el deseo de politizarla proponiendo una pluralidad de temas ideológicos complejos como el cambio del modelo económico, o de los organismos internacionales. Lograr consenso al respecto, era demasiada pretensión, pues no es un bloque coherente, es absolutamente heterogéneo y como tal las cumbres nunca terminan de discutir sobre cómo discutir. La unidad no existe, los conflictos internos son muy difíciles de contener. 

El objetivo fundamental del grupo: la reestructuración del sistema económico internacional, concretar los mecanismos de cooperación Sur-Sur y el equilibrio en las relaciones Norte-Sur, siguen igual hace 50 años, desde 1964 cuando se fundó. Las dificultades financieras y la creciente diferenciación cultural, ideológico-políticas, religiosas y económicas entre los países provocó la aparición de intereses divergentes que enfrentan a unos con otros. Además, el exceso de acuerdos, la falta de seguimiento y monitoreo efectivo de los compromisos dificulta su operacionalización. Todos estos frenos son las causas del bajo nivel de cumplimiento de los acuerdos, por lo cual todo termina en declaraciones grandilocuentes y los proyectos en ellas contenidas quedan “en letra muerta”. 

En definitiva, no alcanzar los logros propuestos en ellas es uno de los mayores déficit que evidencian las Cumbres del G-77, y es aquí donde radican las dudas sobre su existencia y legitimidad. Como siempre aprobarán otra mega declaración para continuar con la vieja guerra conceptual con los países desarrollados y aún si fuera aprobada por la mayoría automática del G-77 en la ONU, estas resoluciones se convierten en utopías retóricas. El G-77, como organización intergubernamental, está sujeto al derecho público internacional, los 133 países elaborarán y aprobarán un plan de trabajo con la intención de que sea para todos, pero la gente ignora que ese programa de gobierno no tiene efecto vinculante ni es de aplicación inmediata, debe ser debatido y ratificado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y es allí donde queda trunco por la oposición del voto de los países desarrollados porque casi siempre se afectan sus intereses. Así, como estas cumbres no evolucionan ni nadie se formula el desafío de cómo potenciarlos y valorizarlos en una perspectiva de futuro, el sistema del G-77 está agotado mientras no se sacuda el estigma de su inefectividad; será una cumbre más para insulsas declaraciones carentes de sustancia, una reunión más para conversar. La visión optimista y entusiasta del Gobierno contrasta con la única realidad: que el evento es utilizado como una plataforma electoral financiado por la sociedad boliviana. 

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