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lunes, 16 de octubre de 2017

El Deber examina lo ocurrido el 10 de octubre y muestra "el monitoreo del Gobierno" a las manifestaciones populares como una forma de amedrentamiento, un espionaje a la conducta ciudadana y una amenaza de "sufrir consecuencias" por su resistencia al proceso de reelección. habla de las medidas masistas para arrinconar a la oposición.

Se supone que la semana que acaba de transcurrir debíamos celebrar todos la recuperación de la democracia y expresar el compromiso colectivo con el voto como su primera y elemental condición.

Sin embargo, el 10 de octubre ha servido no solo para reavivar rencores políticos y constatar la repolarización del país, sino para que se haga pública la vigencia de métodos de control gubernamental del libre derecho constitucional y ciudadano a expresarse en lugares públicos.
 
Que el Ministerio de Gobierno haya ordenado ‘espiar' con el Servicio de Inteligencia a los que se concentraron en parques, plazas y calles para manifestarse pacíficamente en el Día de la Democracia es, mínimamente, una paradoja. Que también los anteriores gobiernos ‘vigilaron' las marchas y huelgas, es cierto. Eso no quiere decir, sin embargo, que esté bien ahora repetir una práctica coercitiva del pasado para evitar, reducir o reprimir la crítica a los que detentan coyunturalmente el poder y que se resisten a que la sociedad les ponga límites con su propia Constitución. Hasta resulta contradictorio que los que sustentaron antes su ascenso al poder en movilizaciones callejeras ahora rechacen que hagan lo mismo miles de sus gobernados que exigen ser escuchados.  


 El mayor error ha sido exponer públicamente los resultados de este incómodo “monitoreo” gubernamental de las movilizaciones en el Día de la Democracia, con una evidente intención de minimizar y estigmatizar, por no decir satanizar, las movilizaciones callejeras contrarias al poder de turno y, en cambio, impulsar y elogiar a las que respaldan la gestión del presidente Morales.  De hecho, luego de las movilizaciones del 10 de octubre, sectores afines al oficialismo realizarán contramovilizaciones en otra fecha simbólica como es el 17 de octubre. Lo más probable es que estas no sientan la ‘vigilancia’ ni el hostigamiento que han percibido los críticos al Gobierno. 


 Octubre está pintando así el inicio de lo que será una durísima batalla por la posesión del poder. La antesala han sido los actos de recordación de los 50 años de la muerte del Che Guevara, donde se vio al presidente lucir una camiseta con un sutil mensaje de campaña para continuar en la gestión 2020-2025, sin conocer aún si el fallo del Tribunal Constitucional destrabará su intención de ser otra vez reelegido. 


El Día de la Democracia también evidenció una creciente exacerbación de los ánimos. La tensión política seguro seguirá en alza cuando se acerquen el dictamen judicial sobre la reelección y la fecha para el arranque de una nueva campaña proselitista.

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